martes, 28 de septiembre de 2021

Notas en libretas de hule negro




JOSÉ MARÍA PALLAORO
NOTAS EN LIBRETAS DE HULE NEGRO


(2011 – 2012)








I

Ella dijo que
tuvo un calambre
Cuando se le fuera
prometió estar


II

En una antología bilingüe de René Char
con estudio preliminar de René Ménard
leemos “el poema es el amor realizado
por el deseo que ha seguido siendo deseo”

Lo que el traductor no explicita
es la inexactitud de la versión
quizás por un involuntario error tipográfico

Corrijo con lápiz en el margen derecho
las dos líneas mencionadas

Y es otra cosa, simplemente, lo leído


Nadie lee a los griegos
Hace tiempo eran moda 
en revistas y diarios
y cualquier sofista y pueblerino 
traducía sus textos

Yorgos, Constantino, Yanis, 
Odysseas, Takis, Nikiforos
y otros de menor envergadura 
se convirtieron en el hazme sentir 
de los poetas sensibles

En la perfección de mi ciudad 
se versionaba y leía a los griegos

Luego, el fuego en la lluvia
todo lo extinguió 
a pesar del consejo socrático


Leo en la primera línea
de un poema de D. H. Lawrence:
“quisiera conocer…”, etc.,

es muy bonita la versión del poema,
solo siento la inmensa pena
del traslado a mi idioma
y estar en un todo de acuerdo


Onetti preguntó no sé qué cosa y respondí con una sonrisa tonta
Eso fue todo (Si querés algo con más profundidad metete en el pozo
y dejá que te enterremos) 


“Turquesa, esa porcelana viva
que tiene en los ojos”, quiero
recordarte en la cita de Walsh,
y en los tulipanes de plata,
en el embrión de la flor,
en la soledad de tu lengua,
en la austera palabra,
que crece


Transtromer, el pasajero, dice:
“Un dedo no hace cinco
Un mundo no hace el mundo
Un millón y medio de dólares,
¿logran transformar los dedos, el mundo?
Soy demasiado viejo, 
un hombre de cierto orden 
en un lugar de encuentro
Lo único que conseguiré es lo que nunca verán mis ojos
Un hermoso cajón de la mejor madera
Sin embargo, demasiados árboles de altos zapatos
La música llegó en el esplendor de mi sordera
La naturaleza demoró demasiado tiempo en atravesarme
Pero ya ven, mi habla muerta habla
El tren vaga sin destino y sigue varado 
en la estación de la que nunca salió
¿Qué otra cosa es la experiencia?”


La hora de Reynaldo se detuvo al cruzar las aguas
En la otra orilla, los cencerros y el festín, 
el estereotipo de lo vulgar en el odio y el amor, 
en el amor y en el odio, en la importancia de ser arenas


Mario Trejo descansa en paz
Su poesía no descansa, sigue 
lamiendo la herida absurda,
la calle de los leopardos, 
la entrepierna acorralada 
entre labios y dientes
No descansa, se fuma el amor 
en caricias de manos 
deslizándose por los pechos 
hasta los dedos de los pies
El viejo poeta descansa
Su poesía 
no


Pablo Odhe hablaba siempre de poesía, 
mejor dicho, todo lo que hablaba 
lo llevaba al campo de la poesía
Era magnético en ese campo
Con audacia y sagacidad 
llenó su odisea de palabras
y cruzó a nado el río de las tres muertes
Ahora, en la otra orilla,
estará descansando en el despertar del leer


Aunque la luna deje de brillar 
en la metafísica del despertarnos
En un instante de dignidad sobrevive al desengaño,
aunque la luna deje de brillar
El afecto más que el amor, ¿consiste en sobrevivir?
¿Ciorán no lo cree? ¿Babeándose encima no lo cree?
De vos, de mí. La descomposición de la breve ironía


El invierno renació en los libros
La casa y el mundo, siguen como antes
Una paloma bebe de la pileta
Hojas balanceándose en la telaraña
Un sol y naranjas
Janis, la voz cósmica, junto a la pared, ruge 
como un Porsche 3 5 6 cayendo al Océano Pacifico


La nieve brilla en mi cabeza; bajo los bosques 
de otros espejos, crecen médanos lechosos; 
en mi piel, se desparrama como arenilla en los portales
Aunque, las piernas, sientan el frío. En el cráneo desnudo, 
la nieve serpentea y acolora el mantel sobre la mesa 
En el afuera, sacudido en el bajar subir de las manos, 
azafranada, la tela, baila. Vuelvo, la extiendo, el rito 
de lo blanco bajo lo amarillo, de lo amarillo ondeado 
por el viento. Y en interior, donde los pies se parten como hielo 
por la voluntad de un martillo, la cabeza roja como la nieve 
que cubre el jardín


En esa estrella nunca viajé
Aunque las cosas bellas están 
más allá de un único pensar 
En el mundar que nonos aburre
Estamos grandes para órdenes 
castas y los dioses nos han dejado 
por muchachos bronceados 
y estáticas musculaturas
“No te olvides de devolver 
el gallo a uno de los fabulosos”
Nos ponemos nerviosos 
y tranquilos al mismo tiempo 
y el mundo no alcanza 
para regar las plantitas 
quemadas por el ardiente sol 
H. A. Murena que pasó por la escuela 
militar y amaba a los caballos 
calló en las ciento y una 
el paso de Krishnamurti por Liverpool 
y de una guitarreada bendecida de hierba
En estado de tristeza y felicidad
y pasado el mantra de lo que es
lo voy a meditar
en mi lugar de veraneo:
el rincón más oscuro de la casa
dentro de la asombrosa claridad
en la realidad del no tiempo


Uma Thurman está loca 
por mí. Le digo que soy 
un hombre comprometido 
con la realidad. No le importa
Pellizca con aliento tibio, 
pasa rápido, hasta el frío, 
el frío. Vivimos noches de amor
y alegría. En metafísicos encuentros, 
siempre, abrazados, 
susurramos hermosos textos 
de autores imaginarios
“Vuelve, vuelve, 
en los besos, en la lengüita  
del destino común” 
Me hace prometer, el 29 
de abril no te dejaré 
sola. ¿Iremos a la India, 
a Londres, a Hyde Park? 
Lo más probable es City Bell 
en un domingo de copas doradas
Reímos y bailamos; 
el día nace, otoño
Voy a preparar el desayuno.
“Vuelve, vuelve, 
en los besos, en la lengüita  
del destino común” 
Vuelvo con las tazas humeantes, 
jugo de naranjas, tostadas, 
queso y dulce rico del sur
La historia es un clásico
Ella ya no está, como el hueco 
de los cuerpos 
en la cama sin deshacer
“Vuelve, vuelve, 
en los besos, en la lengüita  
del destino común” 


Al despertar recordó esta 
conversación con David Crosby
–¿Qué sabés del mundo?
–Nada sé del mundo
–¿Qué sabes de “tu mundo”?
–Poco y nada sé de “mi mundo”
–Estoy tan solo como vos, por favor, ese poco ¿qué es?
–Que no existe esta conversación, y no tengo deseos de despertar
–Entonces, por encima del sueño, llévame


Un día cuando la noche amanezca cerraré los ojos para sentirte reír
a pesar de la sordera de las manos 
a pesar del silencio del agua 
a pesar del humo ensordecedor 
Un día, cuando la noche amanezca


Cuando salen los pájaros el lento traqueteo agita de manera superficial los días de este momento 
El sangriento mausoleo de llaves con puertas de madera podridas y anillos de aserrín 
Sopla la campanilla en la otra vez de los gallos sin ver la montaña, la arena de piojos y plásticos y papeles sin viento 
Calles de tierra, paraísos enfermos y una vida sin ahora y con el después de absoluto y nada, en la esquina de 17 y 12 


Huir, cualquier lugar, ninguno 
Sin vacilar, la esencia de la poesía trastabilla 
“quizás aquí esté mi mundo” 


Con las manos atadas a la espalda
trata de abrazar lo imposible
la sangrante carne 
la sed de las altísimas torres


Una vida engrasando la cuerda, ajustando sus nudos correctamente 
como única manera de arrancarse los ojos 
de mantenerlos cerrados a la luz de los últimos sacrificios 


Ni un alma, solo malezas, palomas, serpientes 
El semáforo cambia de color y comienzan a girar las ruedas 
en la corriente del tráfico, calle abajo, acelerando por la última recta 


En un sentido estricto, la llama del día es un animal apagado 
Por más duda razonable, la antigua podredumbre y vientos solemnes, todo hace pensar: están muertos 
Basta leer la lápida en el pilote de piedras donde los saqueadores de caminos inscriben con fuego de un pueblo invisible su leyenda  


La besa en la nariz (Ella pregunta si está fría) 
La besa en los labios (Ella cierra los ojos) 
(Y cerca de las flores, en su mecedora de viento, duermen en el abrazo del otra vez) 


La lluvia azota las ventanas el viento, arrastra hojas 
ramas de los árboles y las flores azules 
(el temporal sigue cerca de ahí en otro lugar 
en un auto donde llueve y el fuego no cesa) 


Ciega mujer de mis días, cada vez que entro a tus ojos digo lo mismo 
“sin vos las horas dejan de existir” 


Si ella se va el verde del mar se cierra, las olas no llegan a la orilla, la marea no marea, y el alcohol se evapora en el frío de libros envueltos en celofán
Si ella se va su herida nunca estuvo 


Sí, la noche es luz cegadora de árboles y plantas, cortinas y viento 
Los muebles, inmóviles, sordos, inútiles, polvo del quedarse, parecen dormir junto a los demás objetos 
¿Dejan de pensar, de vivir? Un día, en el tal vez de los oráculos, caerán batracios del cielo 
Las piedras aladas de nuestro despertar 


En la carambola del pensar, bajo un cielo de edificios dorados, nubes caminan  (tierra lejos, lejos, en el sentirte)


Con las manos atadas a la espalda trata de abrazar lo imposible, la sangrante carne, la sed de las altísimas torres 


La nieve brilla en mi cabeza; bajo los bosques de otros espejos, crecen médanos lechosos; en mi piel, se desparrama como arenilla en los portales
(Aunque, las piernas, sientan el frío) 
En el cráneo desnudo, la nieve serpentea y acolora el mantel sobre la mesa
En el afuera, sacudido en el bajar subir de las manos, azafranada, la tela, baila 
Vuelvo, la extiendo, el rito de lo blanco bajo lo amarillo, de lo amarillo ondeado por el viento 
Y en interior, donde los pies se parten como hielo por la voluntad de un martillo, la cabeza roja como la nieve que cubre el jardín 


Los chiquillos de la tarde juegan 
al mañana. Dormida piedra, nena 
de ojos verdemar, donde la arena serpea 
castillos en la curiosidad de sus manos
Un pequeño mira, la piedra y los muros, 
y hace del cielo lejos un día feliz
En el mañana se besan en la playa


Y el oro negro, cabecitas del sol, un hogar bajo nuestros pies
País, casa de todos, vida nutriendo en el crecer del también reír
Fue. Es. ¿Será? 


¿Y si somos amigos que se hacen mimos? Eso quisiera, tu boca, la mojadita
en el vientre del dragón


Cuando el río llama la tristeza nos moja. Hace tiempo, decidió el viaje, el camino, 
el camino, no, no, no tuvo 
fuerzas. Es tan difícil encontrar. De ahora en más qué, de ahora en más 
menos. Cuando, nos moja la tristeza, el río llama
Cuando dejó la casa, las ventanas quedaron abiertas. Siempre que vuelve cuenta del descampado solemne, salvo por el golpetear de un rumor de chapas 
parecido al viento de una vaga respuesta
Cuando las ventanas quedaron abiertas, la casa se desarmó como un castillo de arena
Los que miraban caminan por la playa desnuda de aberturas y otros arrepentimientos
Cuando el arrepentimiento sucede lo mismo. Es temprano para la ingratitud del tiempo, 
y como pronóstico posible 
un solo plato, roto, sobre la mesa


Yo no dormí en ese lugar 
ni en ningún otro, 
desde siempre sigo despierto 

y aún así no me explico 
el porqué de esas flores 

que cada tanto 
y cada vez más lejos 
dejan sobre mí


¿Dónde estaba antes de lo manuscrito balbucear? Las baratijas, cotillón de la poesía, nunca la escriben los olvidados de la razón, de la inteligencia rota, de los barbijos y cabezas 
¿Dónde comenzó? En la noche, sucumben baratijas, guías escuetas, para el poseedor de papeles verdes, para quien enlaza la soga en la higuera del cielo 


¿Qué herencia puedo dejar a mi mascota? El otoño no se anima a oscurecer, llega a su fin y el verde sigue 
en el pasto, en las plantas y los árboles 
Necesito juntar naranjas 


Necesito antes de irme, y para siempre, un aguilucho en el asfalto 
¿Qué herencia dejaré a mi mascota? ¿Qué sol sumergido en el agua?


¿Qué puedo darle de comer? ¿Cuánto tiempo pasó del estar sus huesos 
y la casi inexistente piel sola en su casa? El viento fuerte no me deja avanzar, 
y quedo solo 
¿Qué puedo hacer para que beba y coma, para que los lunes no sean 
los siete días de la semana?


El frío es una de las tantas molestias de mi madre 
Le ruego use los calcetines y soquetes de lana gruesa regalados el invierno anterior 
Ella conserva la tradición familiar de la sordera, y yo, me encuentro lejos, en la vieja casa 


La mordaza ahoga la efervescencia de los gusanos
Los ojos espinados en la clarividencia del destino


El azul de la tierra no se hace cielo
Tapan las palas los estertores del viento
Arriba, polvo en el polvo, semilla del quién sabe


No te discuto, fue una pésima noche 
no bebimos alcohol, comimos entre moscas y mosquitos 
la carne salada del ya fue
Espero se repita


Un día, sabés, solos en el parque espléndido, 
un piano, verdadero, y la armonía  
envolviéndo (tu vestido frágil, bailará, 
bailará, hasta oscurecer el instrumento  
y una voz de este mundo diga: 
“han hecho bien, lo han hecho muy bien”) 


Se termina, hace horas la lluvia tormentaba 
las plantas y temía por los árboles secos 
unas horas menos, el sol golpeaba las hojas verdes 
como ojos eternamente encendidos 
deseoso del pestañear al final de otro día


Nada se acerca, es más, la soledad del adentro 
nunca duerme padece insomnio y le gusta no cerrar los ojos 
parado en la inmensidad de la nada 
se extinguió


Sale humo del pico de la pava, 
un humo vaporoso, cierro el mechero, 
tomo la taza mojada y la seco con las manos, 
agrego tres cucharadas de una mezcla grisácea 
desconocida en mi juventud y vacío el agua 
un poco más de la mitad de la taza
En el 29, unos días después del fin del mundo, 
la rutina sigue en su lugar, aunque todo parezca marchito 
y desesperanzador


No entrás en ningún casillero, quedás afuera del adentro
En el espejo, la espera; en el espejo, la soledad
En el espejo


El ruido es ensordecedor decía mi padre, en verdad puteaba 
El espacio es otro, y la música hace temblar las paredes 
La belleza alineada a la telaraña de lo inmóvil, las ventanas cerradas para motivar al misterio 
En casa no hay roedores ni apellidos exóticos bajo la almohada 


Di tantas vueltas en las horas pasadas, y cuesta levantarme, despierto o despierto, o lo vertical como un tentempié desinflado, cucharadas grises, un par, en  la taza, humea el metal, asienta, y bebo la solidez del día sin nombre, 
un bautismo en el revuelvo de la leche y el café


Hoy no desperté, ni siquiera sigo dormido ¿Dónde estoy mientras escribo? Los papeles 
absorben la tinta caliente del otoño en la falsificación de las estaciones 


Fuera de la habitación duerme 
Dentro de la habitación viaja junto al viento 


HABITACIÓN Del latín habitare. De este día, “una manera reiterada de estar
solo” 


¿Hay que ir hasta el fuego de la tierra? No me pidas que dé un paso más, dejame quieto en este espacio mío donde la cascada cae como piedra sobre el rostro del mundo 


Fijate en el último cajón de lo que se pierde
Y si allí no está, bajo la cama, en el espacio donde se guardan las ojotas y los caramelos media hora 
Ella es escurridiza, ya sabemos, y suele salir de la habitación 
¿Vas a la cocina?, ¿entre los restos del desayuno?, ¿las alacenas vacías duermen?, ¿el tapón de goma sigue en la bacha? No se pudo ir entonces por las cañerías 
La puerta cerrada por fuera, en la esperanza de perder lo encontrado, para siempre más volver, se fue 


El buen hombre, enojado y solo en su habitación, espera aún los conejos del orgullo perdido 


Como cosa extraordinaria quisiera inundarte con esta historia 
que hace agua en mi boca con la esperanza de 


En el andén las cosas se ven distintas, la bicicleta apoyada al alambre tejido, en el calcáreo la sombra de una botella, los viejos bancos heridos por pasajeros amores, la lata partida sobre las piedras entre los rieles, la espera larga de un silencio inaudible 


Para eso trajimos el día, para que te enceguezca 
Ahora traeremos la noche, y para siempre será 


La mordaza ahoga la efervescencia de los gusanos 
Los ojos espinados en la clarividencia del destino 


El azul de la tierra no hace cielo
Tapan las palas los estertores del viento 
Arriba, polvo en el polvo, semilla del quién sabe 


Me gusta la noche que anida en tu mañana 
En el hoy de no verte tu sabor aun en la boca 
Besaste mi rodilla, no fue más que eso, un exabrupto, una delicada despedida 


Inicié mi caminata muy temprano hacia el río 
Caminé, crucé los jóvenes basurales, el cañaveral, el bosque de fresnos y ligustros, el asfalto irregular, la muralla destruida
Caminé, sobre las aguas descompuestas, en el atardecer, seguí caminando 


A orillas del río, hace horas intento divisar el barco 
Sé que cuando los pescadores duermen una mancha de aluminio 
se posará en las sucias aguas 
Ella anduvo por el cielo y el barco que de un momento a otro 
“¿Me reconocerás?” Espero a orillas del río 


En un par de días la sombra del mundo alcanzará la casa 
Puedo, aún, descansar, algunas horas, terminar de tapiar todas las ventanas 
Habitar el interior con velas, incienso   
Alcanzará la casa, en un par de días, la sombra del mundo 



III

No hay príncipes de los poetas; salvo mendigos polémicos y sublimes que desde la escasez del simbolismo corren como faunos entre las arboledas de una antigua ciudad similar a La Plata. Hay fotos esclarecedoras. Teteras y espejos. Faltó el oro. Pero están los mates, y las talitas con queso untable de jamón y parmesano. En el entretiempo, el Maestro iluminó la constelación de los perdidos en la mañana, y al oscurecer besó a la señorita que tiraba los dados y demás cosas. Ella nunca le pidió un soneto ni versos de circunstancia, simplemente sugirió su mudez ante tanto palabrerío bautismal. A no joder, dijo Mallarmé, que para eso está la lluvia


Una primavera abandoné en el río de los ojos de la mujer de mis sueños una botella llena de palabras. Deseo creer que sigue flotando en aguas dulces, que aún no llegó a la orilla de su corazón. ¿Cuántas primaveras más esperaré? ¿Cuántos otoños? ¿Cuántos silencios?


¿Qué sabemos de la noche?, ¿tirita, abriga? ¿Qué sabemos del día?, ¿aclara, niebla? ¿Qué sabemos de nosotros cuando en belleza y duelo, estamos en el sino de lo mojado y lo seco?, ¿río y nada? Entre noche, día y nosotros, ¿qué sabemos? 


El tortuoso tronco de sauce obstruye la vereda. Cada mañana, cuando salgo de casa, lo siento más seco, dando sombra a la zanja de los reptiles subterráneos. Hoy no salí, aún no salí. Desde la ventana abierta, el viento del jardín trae el runrún de una motosierra que parece cada vez más poderosa. No hay necesidad de ver a través de los orificios; cada rama que se despelleja es una palada donde el pozo de los sueños se agranda; hasta que el afuera calle, y se apisone suavemente la tierra, y se pase el rastrillo por única vez


Cuando llegue la hora de la ceniza (no) quiero que las esparzas al mar, (ni) en el río de la plata (en cualquier rincón de City Bell, en el jardín, cerquita de la Pacha y el Catulo, sus huesitos andan por ahí). Cuando llegue la hora (el reloj sigue detenido, pero ya le darán cuerda), no habrá pena por los libros del abandono, por apuntes y papeles sin imprimir, no importa, el cielo es azul en la inmensidad. Cuando llegue la hora, cuestión de cuerda nada más, nada importará, ni el borrador de una vida, ni el cielo, ni el mar

  
Los chicos orgánicos organizan eventos donde se privilegia, después de los chicos orgánicos, los best sellers. En el jardín de los deseos de Lorca pasando el cruce de las margaritas hay dos caminos. Uno en forma de estrella. El otro con lluvia de papel picado que siempre moja. Los turistas eligen el camino de retorno encandilados por las luces de la ciudad de las iguanas. Seguro, con la poesía no se hace ninguna revolución. Preso, sin poesía la revolución anida en una canasta desbordada de razones muertas en el acto de no nombrar


Es una linda canción. Y las canciones, hermosas como mujeres de ojos brillantes, nos hacen experimentar, adentrarnos en la vanguardia, oh dios, del amor. ¿So locovo? En un texto que se precie de lo que ya sabes, no puedes, tú, hablar de esas vaguedades anormales. Sé confuso. Sé, y no armes el arbolito. Otro día, ayer. Pero déjame volver a una linda canción, que podamos disfrutar junto a la vecindá. Popular, papá. ¿Me entendés, nené? ¿Cascallar? ¿La pura cáscara y el callar? Caracú de sol, pensá en la generosidá. Pensá, y amá, nene, dejá de pedir y pedir, y da dada, da, dada, por una única vez


Sí, la guitarra y el bajo y la cadencia. Noche de viento. Polvo y polvo, la densidad de la voz, viaja, por el cielo húmedo de sol. Y las estrellas chispan en la bíblica hogaza de papel crepé. No, la cadencia, el bajo y la guitarra. Sol húmedo en el cielo, calla, la voz pegajosa, polvo incrustado en la terca miel. El cuello se rompe en otra vuelta de tuerca. Y deja el sueño de ocurrir cuando la mujer danza bajo el agua


Se pegó un tótem susto, aunque quiso tomarlo con humor. Le pareció extraño encontrarme discutiendo con mi dedo índice. Le hablo, dije, especialmente en los ascensores sin espejos. Ahora se puso calladito. No le gustan los extraños. Una extraña, en este caso. Ajá, quiso distanciarse la secretaria, sería sensato apagar las estridencias, por lo menos dentro del consultorio. Luego hagan lo que quieran. Y se fue a otro lugar. Bueno, en todo caso se fue


Como un hombre callado en el sitio de fuerzas habladas de vientos y nueces de árboles nuevos. En ellos, las hojas, movedizas, recurrentes, no se caen y lloran como campanillas


Ella, la mora, la celeste, la atardecer, espera, un nudo de agua, sensibilidad de sí, en el apartado del otro, la desnudez del viento, lo descalzo de los pies en el pisar el adiós de un vuelvo todavía



*


ÍNDICE 
NOTAS EN LIBRETAS DE HULE NEGRO

I
Ella (06-08-12)

II
En una antología bilingüe (16.11.12)
Nadie lee (09-10-11)
Leo (20-11-12)
Onetti preguntó (12.04.12)
“Turquesa (21.11.12)
Transtromer, el pasajero (07.10.11)
La hora de Reynaldo (10-11-12)
Mario Trejo (24-05-12)
Pablo Odhe hablaba siempre (03-10-12)
Aunque la luna (20-05-12)
El invierno renació (07-12)
La nieve brilla (01-06-12)
En esa estrella (04-11-11)
Uma Thurman está loca (23-04-12)
Al despertar recordó (06-05-12)
Un día cuando la noche (13-05-12)
Cuando salen los pájaros (19-12-11)
Huir (26-04-12)
Con las manos atadas (11-04-12)
Una vida (10-04-12)
Ni un alma (08-12-12)
En un sentido estricto (19-04-12)
La besa (26-03-12)
La lluvia (09-04-12)
Ciega mujer de mis días (20-11-11)
Si ella se va (30-03-12)
Sí, la noche (13-04-12)
En la carambola (14-04-12)
Con las manos (11-04-12)
La nieve brilla (11-06-12)
Los chiquillos (15-03-12)
Y el oro negro (04-05-12)
¿Y si somos amigos (08-10-12)
Cuando el río llama (23-10-12)
Yo no dormí (31-10-12)
¿Dónde (06-06-12)
¿Qué herencia (06-12)
Necesito antes de irme (11-06-12)
¿Qué puedo darle (14-06-12)
El frío es (15-06-12)
La mordaza ahoga (04-11-12)
El azul de la tierra (04-12-12)
No te discuto (25-11-12)
Un día, sabés (30-11-12)
Se termina (25-12-12)
Nada se acerca (26-12-12)
Sale humo (29-12-12)
No entrás (29-12-12)
El ruido es ensordecedor (15-06-12)
Di tantas vueltas (06-12)
Hoy no desperté (06-12)
Fuera (14-08-12)
Habitación (06-12)
¿Hay que ir (03-08-12)
Fijate en el último cajón (08-12)
El buen hombre (25-10-12)
Como cosa extraordinaria (25-10-12)
En el andén las cosas (25-10-12)
Para eso (04-11-12)
La mordaza ahoga (04-11-12)
El azul de la tierra (04-11-12)
Me gusta la noche (10-11-12)
Inicié mi caminata (29-12-12)
A orillas del río (29-12-12)
En un par de días (30-12-12)

III
No hay príncipes de los poetas (18-10-11)
Una primavera (20-10-11)
¿Qué sabemos (23-03-12)
El tortuoso tronco (22-10-11)
Cuando llegue la hora (27-10-11)
Los chicos orgánicos (16-11-11)
Es una linda canción (08-12-11)
Sí, la guitarra y el bajo (13-12-11)
Se pegó un tótem susto (15-12-11)
Como un hombre (08-12)
Ella, la mora (20-10-12)

*

lunes, 27 de septiembre de 2021

Pájaros cubiertos de ceniza






PÁJAROS CUBIERTOS DE CENIZA
(1982 – 1990) 

(Hay versiones distintas 
de muchos de estos textos)

de la talita dorada









CANTILENAS


Para vivir

sólo
necesito

pequeñas verdaderas cosas

el libro elegido
un arroyo traslúcido de luz y pájaros
un sauce llorón del que penda una última lágrima
una brisa profunda y fresca

En la tarde

tu amor


Ella

ella
escribe
con sus ojos
un mundo

(sencillamente nuevo)

su mundo


Sin apresuramientos

sin la fuerte agonía
del no decir
nada


Equilibrio

callada

buscas
la lluvia

la descalza y fría lluvia
de tu sombra


Naturaleza viva

en la canasta de caña de bambú
sobre la mesa circular

una naranja
de ombligo

cortar y llevar las mitades
a la baldosa fría

para que en la noche
una gata lama los jugos

de corazón partido en dos


Lluvia

veo la lluvia en el silencio 
escarbar
entre sus pliegues

al verano perdido
a la eterna tarde
bajo las descorazonadas 
hojas de los tilos en flor
las galletas con miel

mientras siento la lluvia mis ojos
nubes del cielo


Las nubes

desde tu pasajera forma te dibujo
entrañable amiga   compañera de la calle

y revelo ese rostro escogido y silbo dylaneanas
para que brillen tus oscuros ojos encendidos 

en la claridad de la plaza los árboles nos miran 


Al besarte      

la caprichosa sombra de pájaro
eterniza el día


Alcobranes

no no lloro por los alcobranes

sostenedores de partidas en el bar
aquellos que dialogaron sobre sus destinos de alcobranes

no no por ellos sino por otros

aquellos que se quedaron
mientras la vida partía


Pájaros

para cuando el pájaro
haya decidido salir de la jaula

el cielo se habrá desvanecido


Campo de girasoles sin cerezas
(Óleo sobre cicatrices)

no hay cerezas
en ciertas estaciones del alma

sólo girasoles amarillos
realmente amarillos

y orejas
diseminadas

a lo largo de la calle


Boulevard del sol

¿y si el mar no puede? ¿si no 
puede la lluvia? ¿quién 
podrá?

     lavar/limpiar/curar

siento
    crepitar
         los huesos

y en el rincón
   una piedra


¿El hombre nuevo?

dejó la mano
colgada en el perchero
y además un corazón

y salió a buscar la luz

la que no verá


Homo sapiens

él sabía
de hierbas
de la mano tendida en la arena
y de sus inscripciones

él sabía
de la noche taciturna
de su melopea
y de los pájaros que partían

él sabía
de la hora detenida
de collares sumergidos en el mar
guijarros sin pertenencia

playa sola 
desmayada junto a tus ojos


DE AMORES Y DE ÁNGELES

Cotidiano

en la cocina
sentado en una silla de mimbre
ahora que dejo de leer
y miro 
por la ventana

la higuera floreciente


y un colibrí
en la retama orificada 
por el sol


en la cocina
lavando la lechuga 
                     y los tomates
                                de la huerta

cociendo el arroz 
(a fuego lento)

entre naranjas y uvas

rayando zanahorias
(porque te gustan)

te espero

a vos
que sos
mi comida


Una mujer

y mirar
por la ventana

(mirar)
la higuera

(mirar)
los lirios del agua
las estrellas de mar

(mirar)
la otra casa

(mirar)

(mirar)

con ojos ausentes
(mirarte)


Maravillas

en la música de la noche
te descubro/   nueva

ojos lunares/   sombras chinescas/

los higos de lo dulce
danzan al compás de mi boca


Nocturno

en las noches desespero

insomne rastreo entre las sábanas
la dulzura de tus pechos

antiguamente inmensos
inmensamente míos


Ella siempre

desmayada entre mis piernas
su pelo desayunaba en mi pecho

y dejaba miguitas 
luego regaladas
a las palomas de la plaza/

..........

siempre repetía
«la inteligencia sola/ carece de dolor»/

..........

no supe de sus ojos -nunca me miraba-
y los buscaba cuando jugaba a perderse

solía recorrer lugares oscuros y ventilados
donde las sombras/ las nubes de la soledad/

hablaba desde el silencio de sus manos
y se reía -no lo hacía con frecuencia-

de los sueños/ de la revolución
del corazón/ la quimera del amor/

..........

acomodaba/ desacomodaba/
los libros de la biblioteca
y preguntaba y preguntaba/

Ella
preparaba sus cosas
                         para no irse jamás
                              y dejarme para siempre/


Fragmentos de la estrella fugaz

en tus manos/   pude eternizar aquello
que más amaba

lo sé ahora /   cuando sólo quedan
pájaros cubiertos de ceniza


Antipoema escrito en un libro de poemas
Plaza Moreno, primavera de 1982

te vi 
venir
hermosamente
desnuda

traías
un vestido
azul

(transparente)

(tan transparente
que lo soñé carmesí)


te vi
sola
no dije nada
simplemente
atiné
          a morder-
me 
         el labio


Irene

te dejé ir 
Irene

como a un
barrilete

(sin
rumbo)

amor
no tengo fuerzas
para levantar vuelo

y ya

(la mano
en la frente
como visera)

te perdí
de vista


Ella va

con 
el sol
de octubre
entre sus manos

con
la roja
dicha
por venir


Amelia

la ardiente brisa
de tus ojos

la dorada lluvia
de tus besos

dicen del goce
el deseo del amor

la cristalización
del instante


De l’amour

cuando el amor nos hacía
nosotros hacíamos al amor
a la hora de las manzanillas
y del salvado y de la miel

cuando el amor nos hacía
nosotros hacíamos el amor
entre la luna y fugaces estrellas
por abrigo/ el cuerpo de los dos

cuando el amor nos hacía
nosotros hacíamos al amor
sin más preguntas
que el asombro y el deseo

cuando el amor nos hacía
nosotros hacíamos el amor
para perdernos luego por diagonales
pisando cielos de jacarandá

hacia ningún lugar/ como decir
a todas partes


Comparaciones

no sé por qué tomo
la costumbre de acumular
fatigadas botellas vacías
en un rincón del ropero

una al lado de la otra/
una al lado de la otra/

no sé por qué comparo
esas botellas con nosotros

¿será porque alguna vez
estuvimos plenos de contenido
y poco a poco
nos fuimos vaciando

uno del otro/ uno del otro/

como esas botellas
que ahora están 
en un rincón del ropero?


Antología

en un libro de poemas de
Alejandra Pizarnik
(página 49, CEAL 1982)
guardé aquello que 
quedó de vos

y seguirá allí
hasta que

te haya olvidado
o el resto de vos

se haya desvanecido
de una buena vez


Propiedad

la casa quedó vacía
apagué sus luces y logré conservar su aroma  
en una caja de cartón

y busqué con la linterna de los olvidados   
la noche  
                                      Estoy solo
y pienso   siento 
el dolor nos pertenece


Si ella

se pinta de ella

yo estaré aquí
en este lugar

esperándola


Ángeles

Nunca vi un ángel
En realidad no sé si los ángeles existen
Pero hay mujeres -hermosísimas- tan parecidas a ángeles
Cierta vez amé a una de esas mujeres ángeles
Su nombre era confusión
Mutaba junto a los días de la semana

El lunes Beatriz traía la vida nueva
El martes María Irene abría las puertas de la paz
El miércoles era para Ana y su laberinto
En jueves Laura se hacía fuerte y real como la locura
El viernes Casandra presagiaba al carro de preciosas ruedas
En la madrugada del sábado Isabel susurraba utopías de verano

Y en domingo descansaba

Por una cuestión de aproximación y verdad
preferí llamarla Angélica

Y el nombre le pertenecía: Angélica era un ángel
que creía ser testigo de dios entre los hombres

La ambición no es una de mis virtudes
Por eso me conformé con ser testigo de su desnudez

Al igual que la creación duró nuestro amor
Cada vez que la besaba daba gracias al Señor
Tendida sobre sábanas desprolijas de intenso azul
Era la isla de mis deseos
Y yo pájaro jugando en sus arenas

Luego de Angélica no hubieron ángeles de los sueños
Por ella supe del paraíso y de las delicias de la huerta

Aún la espero en esta primavera de corazones amarillos


INTERLUDIO

El que tiene sed

El que tiene sed se bebe las nalgas de la luna
Se bebe las flores caídas sobre la gruesa alfombra
Se bebe la abundancia y la pobreza
Se bebe la danza de su sombra de entre los cortinados del imperio
Se bebe el vino los compañeros desaparecidos la primavera el río
Se bebe el abanico de plumas blancas la camisa las hojas verdes
Se bebe la muralla el monte la violencia del enemigo la violencia
Se bebe el corazón el corazón purificado el tanino de las nubes 
Se bebe la flecha el arco la piedra de los rincones
Se bebe a su amigo la aldea a los gallos de riña
Se bebe el vicio de la discordia la embriaguez de los solos en el invierno
Se bebe al vate los cometas que lo evocan
Se bebe lo sólido lo líquido de la vida
Se bebe al mar pero no sus aguas
Se bebe la hierba de las ruinas del antiguo palacio 
Se bebe las campanas de las iglesias la armonía los tristes pensamientos 
Se bebe la vara de sauce los burdeles -en especial aquellos donde habitó Lady Day-
Se bebe a los dragones de oro que escoltan a las doncellas brillantes como estrellas
Se bebe el exilio el olvidado perdón el recuerdo de la tierra natal
Se bebe 
                la flauta de jade
  el tao
                 la poesía


El que tiene sed

se bebe 
            la flauta de jade
  el tao
   la poesía


EL CUERPO DE LA MEMORIA


No digas nada
pero ciertas instantáneas
vuelven a la hora de las estrellas
de infinita niebla

y más allá de la imagen corroída
al lado de las calles/  viaja aquello
que alguna vez veíamos



Prolongo la lluvia por deseo de recobrar
al profeta antiguo

No beberé agua

Haré perdurar
el domingo y los cuerpos

Cansado gritaré tu rostro en los baldíos
como quien camina sobre brasas



Cuando vuelvo al ayer
                       el amor salpica
                                     la frente

Retorna el hambre
     la mano/   los tatuajes

Desaparece la ciudad
El idioma cae de silencio
 
Y soy            mar
                              plena isla
                                             sueño



Querías ser
la justa melodía
     el poema la voz
  el placer

Y lograste apenas herir al viento



Como ilusión perdida en la lluvia
un sahorí frente a un quebrado espejo 
no logra reconocerse 

Sólo queda partir
y con la esencia de mis despojos
sahumar al viento



(Siendo una vez guijarro escuché el ruego:

«Cierren el sendero
al influjo del viento,
para que no pueda recuperar
su esencia de prestidigitador.»
«Purifiquen de leyendas
las paredes y los puentes,
para que ni siquiera
se recuerde su aliento.»
«Acallen todo vestigio de hombre,
y la memoria de todo hombre.»

Y cuando mueran las medusas
y cuando los pájaros abandonen sus desnudos cuerpos
¿tendremos la potestad/ el coraje de decir
la primera palabra?)



Siempre se retorna al surco antiguo
al envejecer la dorada agüita del corazón

Bien podré olvidar un instante la llama dilecta
el verdadero nombre

Y pedir a la gente un manojo de palabras
Sin otra sed que intentar dilucidar la noche



Esa herida dura
¿Amo coronas de ardor?

Soy ceniza mientras callo



No pueden los caprichosos ojos
adornar la ciudad

si no estás/ 

tristes albañiles/ con baldes
                              van y vienen

si parte la belleza es mejor 
soltar la pena
y saltar
a un mundo que no tiene suelo



Dejada atrás la bendita belleza
su pasado renace

y así

tus ojos 
retornarán al desierto
tálamo de ardor



MÚSICA DEL ALMA


Tomé el catalejo para saber qué ocurría

En la otra orilla alcancé a divisar a Li Po 
que levantaba su copa de vino
y bailando 
como un ebrio
nos saludaba
se lo veía feliz y yo era feliz y la felicidad
un lugar común
tan común que nos pertenecía a todos


Olvidos  (aire de amor)

con trocitos
de teja
escribía
en la vereda

un nombre
una hora
una señal

con trocitos 
de teja
inventaba
una flor
un cantero
un hombrecito
que reía

y lo hacía
custodiado
por pajarracos 
de azul o de gris
que no dejan
escribir/dibujar
con trocitos
de teja
en la vereda

largo tiempo
hace ya
que ha pensado
en volver
a esa calle

donde 
en las tardecitas
dejaba
una huella
un indicio
alguna marca
algo
como

«ya vuelvo»
«no te vayas»

y un nombre 
que ha olvidado


Volver  (tango)
Melchor Romero/ La Plata/ City Bell

vuelvo
como tantos otros
vuelvo a la casa

mi casa

donde al traspasar la verja
nadie espera


Obreros  (blue)

con la pesadez de los vencidos
se cubrió la cabeza con las manos

las mismas manos que sellaron
los labios de ella/    cuando
para siempre se dormía


Muchachas  (bolero)

calla
y cantemos

a las muchachas

sentadas aquí

en nuestras sillas 
de otoño


Portarretrato (folk)

en el escritorio 
junto a la lettera 22
se ve la hierba silvestre
el cielo/ celeste y gris
la acacia y las rosas
y además la casa


la hierba crece y crece
mientras escribe/ intenta/ este poema
el parque es un baldío
de la joven no hay noticias


Casi silencio (tango)

demasiadas palabras que relucen al sol no brillan

pero engendramos la propia desdicha
la lógica suerte/ la mortal herida

y no somos ajenos a largas sombras
a la muerte del alma


Fiesta en el paraíso  (rock’n’roll)

Este hecho ocurrió en el octavo día de diciembre de 1980, cuando una aparición inesperada causó cierta mezcla de estupor y asombro entre los ángeles más jóvenes. 
Un hombre de mediana edad, proveniente de un planeta azul al que había enseñado a imaginar, vestido de negro y con una epiphone despintada colgada al hombro, llega a un cielo colmado de diamantes y, sin más, como carta de presentación, comienza a tararear una canción que habla del amor como respuesta, y pegadita, otra que cuenta sobre héroes de la clase trabajadora. 
Siguieron algunos de sus clásicos, todo condimentado con joyitas de otros querubines, como cuando comenzaron a sonar los acordes de be bop a lula -de un tal Vicente, otro de los espíritus celestes-. En ese momento, prácticamente no quedó ningún ángel sin batir palmas e, incluso, los más osados se animaron a rocanrolear en las altísimas nubes de un cielo de mermelada.
Luego de la comunión de las almas, San Pedro recibió al más rebelde de los ángeles.
- Sea Bienvenido, Mr. Lennon, ya estábamos bastante anquilosados aquí en el paraíso.

La       Virgen       esa       misma      noche      lo      amó.


Fisurado  (blue)

bebí de tu jarro vacío 
de sentimientos

luego de caminar
aquello que el deseo pedía
te dabas vuelta

en tu país
no existían las buenas noches


Cantares 

en la tonada del aire
(aspira intensamente)

bonanza de reliquias
de amapolas

(exhala ahora)
y luego

    la lluvia
        lo asienta
                 
         y después

el viento
desparrama

cenizas de un poe-
ma 
per
-dido


Addio

él
está
solo

y

no
le
basta


*
los poemas de pájaros cubiertos de ceniza fueron escritos entre los años 1982 y 1990
encuadernado e impreso de manera artesanal

sábado, 18 de septiembre de 2021

Antología Federal de Poesía PBA








ANTOLOGÍA FEDERAL DE POESÍA 
PROVINCIA DE BUENOS AIRES

2019










Interior con pájaros 
(Fragmento)

Abro las cortinas
El amanecer
en el ventanal desnudo

Más allá
hojas que se abandonan
nutren

la descarnada alfombra
que picotean los pájaros



Comen
de los nervios
de las hojas

Esos pájaros
ahuyentan
el viento

la desdicha
la razón
del no

vivir



De un cielo gris
con destellos
anaranjadamente
oscuros

los pájaros de la tarde
caen

vacíos
sin peso

como hojas
que sopla

la muerte

Quizás queriendo
otra casa



Como un viajero
a su sombra
la sigo

No hay hambre
Sólo deseo

Cuando me pierdo
o ella se deshace
de mí

el pensamiento
deja de aventurar
conjeturas

y quedo solo
en mi otra oscuridad



No me despojo
de lo que más
quiero

Sino que
lo que quiero
se despoja
de mí

Luna
que en la noche
callas


Poemas que quedaron fuera de la antología


Para qué dormir
si en sueños

el cielo es el cielo
la tierra es la tierra

y nosotros
dos pájaros

que se cruzan

y no se reconocen


Sé que hay un pájaro
en tu mirar

Sé que en ese mirar
la dicha es luz

Además sé
que en vos
la dicha es

un pájaro
que no me ve


Hace tiempo
el mar
dejó de visitarme

Sin embargo
la arena persiste
en tus pies

desnudos y fríos


Sé que soy
la garra en la puerta
de la jaula

y soy el pájaro
que se queda
en un rincón

sin querer salir


Las rejas desaparecen

Es indudable que ese jazmín crece
para recordarnos
que la belleza es
aún posible

Dentro de pocos días
sus flores perfumarán

la intimidad de esta habitación
donde consumo mis horas

en busca de un tesoro que no encuentro
y que no sé si existe


*
Los textos seleccionados forman parte del libro Son dos los que danzan

*
PROVINCIA DE BUENOS AIRES, AUTORES PARTICIPANTES: 
Carlos Ardohain, Germán Arens, Julián Axat, Carlos Barbarito, Carlos Battilana, Jorge Boccanera, Diego Carballar, Arturo Carrera, Gustavo Caso Rosendi, Alejandro Cesario, Laura Chalar Sanz, Sandra Cornejo, Gerardo Curiá, Marta Cwielong, Ana Claudia Díaz, Marcelo Díaz, Eduardo Espósito, Matías Esteban, Laura Forchetti, Consuelo Fraga, Gisela Galimi, Juan Fernando García, Fernanda García Lao, Miguel Gaya, Alicia Genovese, Alejo González Prandi, Ana Guillot, Alfredo Holzmann, Roberta Iannamico, Inés Legarreta, Natalia Litvinova, Milton López, Silvina López Medín, María Julia Magistratti, Anahí Mallol, Adriana Márquez, Matías Matarazzo, Natalia Molina, Silvia Montenegro, Martín Moureu, Néstor Mux, Marisa Negri, Mario Nosotti, Rafael Oteriño, José María Pallaoro, Valeria Pariso, Verónica Pérez Arango, María Cecilia Perna, Ángela Pradelli, Pablo Queralt, Carolina Rack, Eliana Ramponi, Luciana Ravazzani, Sebastián Realini, Luciana Reif, Carlos Ríos, Lidia Rocha, Diego Roel, Natalia Romero, Camilo Sánchez, Eric Schierloh, Marina Serrano, Javier Tisera, Mónica Tracey, Joaquín Valenzuela Bellocq, Walter Viegas yHoracio Zabaljáuregui.

El Consejo Federal de Inversiones presenta su sexto volumen de la Antología Federal de Poesía, un proyecto en el cual viene trabajando desde hace cinco años.
En esta oportunidad, el libro presentado corresponde a los y las poetas de la Provincia de Buenos Aires, territorio de una producción muy prolífica en el panorama de la poesía argentina.
Como en los cinco volúmenes anteriores, esta edición se propuso abarcar las diferentes generaciones y estéticas que conviven en la actualidad, a fin de dejar un testimonio sobre la poesía producida en el presente.
La característica central de este tomo es la diversidad de voces, determinadas por las diferentes experiencias de escritura, los contextos de producción y temáticas abordadas por las y los poetas que lo integran.
El ámbito familiar, las relaciones humanas, la ciudad, la observación de la naturaleza, el paisaje rural, pero también la política, el cuerpo, el lenguaje, las luchas sociales, los derechos civiles, las cuestiones de géneros y la historia reciente, son solo algunos de los innumerables tópicos abordados por las poéticas contenidas en esta Antología.
Pero además, con solo detenerse en las líneas biográficas que acompañan a los poemas, es posible ver las diferentes actividades que realizan cotidianamente las poetas y los poetas como trabajo.
Hay abogados y psicoanalistas; profesores y profesoras universitarios, docentes, bibliotecarios y bibliotecarias, editoras independientes, gestoras culturales y coordinadores de talleres literarios, activistas, artistas visuales, gente dedicada a la música o a la actuación. Un amplio abanico que traza un mapa en el tejido social, casi imperceptiblemente, donde la poesía es la que urde una trama para resignificar el mundo que nos rodea y sus infinitas realidades.
La invitación, entonces, es a recorrer estas páginas donde conviven las voces que dan cuenta de la experiencia humana en este lugar del mundo.
Alejandra Correa / Asesora de Letras / Programa de Cultura - CFI

Bibliografía consultada para la presente edición:
200 años de poesía argentina. Selección y prólogo de Jorge Monteleone. Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2010.
Poetas argentinas (1940-1960). Selección y prólogo: Irene Gruss. Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2006.
Poetas argentinas (1961-1980). Selección y prólogo: Andi Nachón. Ediciones Del Dock, Buenos Aires, 2008.
Consultores de la presente edición:
Leopoldo “Teuco” Castilla
Provincia de Buenos Aires: Rosalía Giuffra y Eugenia Straccali
CFI: Alejandra Correa

viernes, 17 de septiembre de 2021

Naranjos de fascinante música





NARANJOS DE FASCINANTE MÚSICA
poesía contemporánea de amor en La Plata

Libros 
de la talita dorada
2003
ISBN: 987-97974-2-6









JOSÉ MARÍA PALLAORO



Batallas

crees haber vencido
pero en amor como
en odio no hay
vencedores todo
dolor se comparte
solitariamente

(de Cielo breve, 1982-1985-, plaqueta s/f)



Equilibrio

callada

buscas
la lluvia

la descalza y fría lluvia
de tu sombra

(de Pájaros cubiertos de ceniza)



Amanecer

1

Sobre la rama
del jazmín
Un pájaro
Un sonido
amarillo
Un ligero
perfume

da comienzo
a mi mañana


2

En el rojo dragón de la mesada

Un frasco
de compartido dulce
alberga
plantines de albahaca

Ella
toca
con sus dedos
las hojas
verdes

Las frota

dulcemente
el aire de agosto
en su mano
acaricia

(de El aire de agosto en su mano acaricia, plaqueta)


*
NARANJOS DE FASCINANTE MÚSICA
poesía contemporánea de amor en La Plata

AUTORES que participan de Naranjos…: Horacio Ponce de León (1913-1999), Alberto Ponce de León (1917-1976), Horacio Núñez West (1919-2012), Gustavo García Saraví (1920-1994), Ana Emilia Lahitte (1921-2013), Mario Porro (1921-2001), Norberto Silvetti Paz (1921-2005), Roberto Themis Speroni (1922-1966), Horacio Preler (1929-2015), Horacio Castillo (1934-2010), Osvaldo Ballina (1942), José Antonio Abdelnur (1943-2000), Néstor Mux (1945), Rafael Felipe Oteriño (1945), María del Rosario Tabárez (1945-2018), Alejandro Fontenla (1950), Norberto Antonio (1951), César Cantoni (1951), Marcelo Vernet (1955-2017), Miguel Russo (1956), Horacio Fiebelkorn (1958), Guillermo Pilía (1958), José María Pallaoro (1959), Mario Arteca (1960), Gustavo Caso Rosendi (1962), Martín Raninqueo (1962), Roxana Páez (1962), Leopoldo Brizuela (1963-2019), Anahí Mallol (1968) y Sonia Carden (1975)

lunes, 13 de septiembre de 2021

El flautista de City Bell


EL FLAUTISTA DE CITY BELL

Ilustraciones y collage: 
Daniel Ponce

Mescolanza   /   7

Dibujos de tapa e interior: © Jorge Daniel Ponce
Diseño de tapa e interior: Florencia Giovanni
Cuidado de la edición: H. S. M.

Libros
de la talita dorada
ISBN 978-987-1918-11-9






A mis padres


PLAN B (BOURÉE)

Escribo sin ningún tipo de plan. 
A la bartola. Así, escribo. Dicen que se nota, 
que mejor compre una flauta.



Almafuerte

     Ojalá todo vuelva a ser como antes, escribió en el vertical derecho del hombre de la tapa, abajo, y se vino a regar mi pecho con sus lágrimas. En una antología el hijo poeta dejó en blanco el poema cien del padre poeta. Y nunca se lo perdonó, aunque la muerte lo alcanzó años ha. En sus poesías completas, los vates eran sabios y sus motes griegos anunciaban, desgraciadamente, las desgracias de los hombres. A mis desgracias, quise decir, para descamar en el amor de los peces la más horrible de las injurias. Ojalá vuelva en el ahora. Y tenga algo que decir a los niños que habitan en el barro. Ojalá, el alma se haga fuerte. Y no nos ataquen los lapachos rosas, amarillos y dorados por no haber cobrado más caro sus recetas norteñas. La corteza no alcanza para la infusión, cuestión de resistir al agua.


Animales

     ¿Han visto tendido en el jardín a algún animal llorar sus pecados? Veo el inundar de sus ojos en la gramilla acristalada. Una mujer queriéndolo alimentar con sopa de verduritas y especias. El pecado no es original, una copia inédita de madera de cajón de manzana. Durmió entre las paredes y creció hasta hacerse encima del pis y del olvido de una insistencia que nunca cumple sus promesas. Y ahí está el pobre. ¿Lo han visto? Cierren los ojos, imaginen un espejo. 


Antes de irme a dormir

     No puede ser. No, no puede haber un hombre de esas características. Se lo dije el otro día al acaparador de sueños ajenos, que con cara de naipe se marchó por la avenida de los que siempre regresan. A hinchar las pelotas, me dice la belleza que nunca me mira, mirando para otro lado. No sé qué hacer con estas cosas, ni con ese hombre. Se lo dije, pareció no escucharme. Eso me pareció, antes de irme a dormir, sin lavarme los dientes y con los pies y las medias heladas.


Árboles

     La zanja hace meses está anegada, una pérdida, algo subterráneo que intenta ser superficie. El palo borracho hace el cuatro perfectamente. Algunos fresnos, abedules, álamos y sauces, aferrados a la soledad acuosa, se deslizan hacia el este de la calle, no tan lejos del ancho río. No hay que descuidar sus raíces, imposible trasplantarlos cuando casi acarician el cielo. Lejanas tierras los esperan, piensan algunos vecinos. Muchos árboles se trasplantan, agregan. Esos árboles ahí nacieron, no hay que descuidar sus raíces. No hay que acumular botellas vacías en la vereda inhóspita.


Baldíos

     Desde hace un tiempo, habita una extraña mancha en la pared. La veo desde el interior de mi casa. La pared es una medianera. Da a un baldío. Nunca pisé ese baldío. Tampoco sé el origen de la mancha. Si bien la pared está un poco alejada del ventanal, digamos unos ocho metros y medio, no llego a percibir su naturaleza. No es de humedad, seguro. Ni la sombra de un pájaro petrificado. Es una mancha que nunca cambia. Sea la hora del día que sea, la mancha permanece inmutable. A veces, tengo el deseo de salir, y observarla mejor, pero la sensación persiste unos segundos, y enseguida retorna la cordura. También, en ciertos breves momentos, quisiera perderla, y ver, y ver realmente esa mancha que como escupitajo o asteroide desconocido está aplastada a la pared que da a un baldío.


Bendición

     Que se vaya ya, chillaron los herederos de las cacerolas del corralito de los monos. Nunca salves a María, ni un pedacito. Os vamos a desterrar, regañaron los cultores del culteranismo. Él dio crédito a los decires aunque la lluvia de billetes no animó a la muchedumbre de fragancias suaves y voluntad colérica hacia los delantales. Exigían más. Por ahora, un apart soleado a la derecha del Señor.


Calles

     Las calles suelen terminar. Un amigo dice que en bares, otro en una casa de intermitente luz roja, un tercero en un tala que viene de la infancia. Convengamos que los lugares donde las calles terminan pueden ser infinitos, o casi. A la sombra del paraíso estiro las piernas y sofocado tomo el áspero y putrefacto aire que pareciera llegar del norte, trato de darme impulso, y seguir caminando, al sur.


City Bell Again, Marianne

     ¿Te amé en aquellos días de rock y furia? Quizás estaba demasiado pasado en ese presente de cuerdas rotas. Me pediste caminar, los dos solos, por el West End, dejar esa habitación asfixiante de agujas. Tenías deseos de contarme, soplar al viento de tu infancia en Hampstead. Eras una chica tan bella, decías, viviendo en la miseria de la fortuna. Luego, iluminaste la historia de este siglo que ya es otro, y terminamos, riéndonos, y tarareando melodías de Ben Webster y una balada que no recuerdo. En estos años creciste con las bellas cicatrices del futuro. Yo, sigo igual, oyendo, aún tus palabras, mientras camino por una calle cualquiera de City Bell, ahora sí, creo, con un loco amor como todo recurso.


Con Melville de paseo por City Bell

     Aunque hubiese preferido no hacerlo, D. H. Lawrence escupió sobre la ballena y a nadie le importó. Llenó la bañadera con agua bien caliente y le agregó sales y exóticas hierbas, regalo de Jaime Rest que sentía culpa de un prólogo nunca realizado aunque prometido. Arabia estaba lejos, y la ballena muy ofendida se puso roja de tan blanca que era. D. H. tomó el celular de encima del bidé. Hizo una llamada. Rato después, y para terminar de contar la historia, Enrique Pezzoni llegó a la casa, subió las escaleras y desabrochándose el corpiño se introdujo en el agua de mar. Moby Dick se la desquitó con él que por motivos obvios nunca llegó a traducir la más conocida obra de Melville ni ninguna otra que se le pareciera.


Correos

     Los correos, casi siempre, no son deseados. Explican cómo cuidarse del frío un cinco de enero. O cómo el amor se hace durante horas sin derramar una sola lágrima. O cómo ocultar las marcas del viento y las contradicciones de un toque dado al pasar. Los correos no siempre son deseados. Una máquina nunca, ni con un sencillo me gusta, alimenta el deseo, y nuestro mejor mensaje, caído de un lugar sin ojos y sin manos y sin estrellas, suele ser un frío café con leche sobre el escritorio. 


Cuento

     Una novela demasiado larga
el poema.


De almendras y elefantes

     Un hombre en una habitación camina por la ruta de los desconsolados de la noche. Farfulla cabizbajo harto de los elefantes que se cruzan en su camino y patea a un costado haciendo barrito. Son muy trompudos. Se levanta y, sin encender la luz, pone dos almendras, una dulce y otra amarga, en sus zapatos de gamuza que ahora giran con un fuerte dolor a púas.


Después del ACV

     Semana de acompañar a Madre. Desayuno. Almuerzo. Cena. Pide queso. 
     –¡Quiero queso!, dice. 
     –¿Duro? 
     –Sí, duro, lo quiero. 
     –¿Tipo Mar del Plata? 
     –Queridito, ¿no podría ser de más cerca?


El arte de la pesca y el arte de abrir los ojos

     Una mujer salta al vacío. Ella cae, lenta, planeando, sobre el río. En ambas orillas, pescadores en busca de alimento unen sus redes, en superficie, media agua o solo oscuridad, para pescar a mujeres que saltan. Al vacío.


El comensal festeja con amigos

     Aquí yace 
una lápida 
vacía. 


El idiota


     Ser músico. Ese fue el sueño de mi vida. Aunque se quedó en eso, en un sueño. Todos sabemos, decía mi profesor de literatura, que los sueños, sueños son, y que dejan de ser sueños, eso decía mi psicoanalista, cuando ponemos la mayor voluntad en alcanzarlos. De esa manera se convierten en una meta. Y la mía fue ser músico. Pero si pensara esto estaría mintiendo. Y lo que es peor, me estaría mintiendo. Así que nunca tuve la meta de ser músico, sí el sueño. Me veía tocando la guitarra o la batería en una banda de rock. O formando parte de un trío de jazz como el de Bill Evans (por supuesto, sería el pianista) o soplando un saxo a lo John Coltrane. Nunca ocurrió. Los planetas se juntaron, y decidí cambiar de sueño. Y mi sueño fue ser un constructor de sueños, no un simple constructor, quería ser el gran constructor. Por suerte, además del sueño tenía la meta. No había día que no pensara en construir ese gran sueño. Hasta ahora no ocurrió. Y después de tanto tiempo y para ser sinceros, ni siquiera tengo ganas de comenzar la carrera.


El perro

     Lo tiró en el bosque de eucaliptos. Una costumbre familiar que trajo del más profundo Chaco. A la mañana, cuando aún la escarcha no se había disipado, se encontraba ahí, sobre el capó del 1100, con las patas tiesas y los ojos de vidrio. “Estos hijos de puta”, y lo agarró de las patas duras que ató con la soga para manear y lo llevó arrastrando hasta la quinta del loco Carlo, y lo dejó ahí, cerca del molino y de las higueras. Ese día salimos, a pesar del frío, sí, a pesar del frío, regresamos con leña seca del Pereyra, y la pusimos junto al hogar. Encendió el fuego, más bien lo avivó. 
     Esa noche preparó huevo batido con oporto y azúcar. 
     Esa madrugada, la pared del otro lado de la estufa se mantuvo caliente como la almohada y el colchón y las sábanas espesas. 
     Antes del amanecer tuve un presentimiento, y salí. Ahí estaba, encima del auto, bajo el farol de la calle que encendía la neblina, parapetado en sus patas, con los ojos amenazantes o suplicantes, no lo sé, esperando que silbara su nombre. 


El solitario


     Cuando no tenía nada para hacer (ocurría cotidianamente) se ponía a ejecutar un solitario en la computadora. Siempre renegó de este tipo de juego o entretenimiento; dentro de su concepto, hacer un solitario era lo más semejante a perder el tiempo, incluso que pensar en perder el tiempo. 
     Pero se terminó, dijo. 
     Dejó inconcluso lo que estaba escribiendo, salió del programa, y se quedó, frente al computador, barajando un imaginario mazo de cartas.


El tronar de las campanas

     El Loco no se parece a un loco, es lo más semejante a un ser normal, de esos que se levantan temprano a la mañana, ceban unos mates a la patrona, y luego de besarlas en la mejilla, salen al trabajo sin otra preocupación que la de cumplir con la familia. En verdad, el Loco, a simple vista, distaba lejos de serlo, y nunca rompía las pelotas; vaya a saber el por qué del apodo. Más allá de esto, el Loco estaba soberbiamente loco, nadie lo percibía, pero nadie. 
     Aclaro, no tengo enemistad personal hacia este tipo, aunque la verdad nunca tragué su omnipotencia. No, no vayan a pensar en envidia o celos, no, nada de eso, digamos que había en él algo molesto, como afeminado, como poco hombre. Llegaba al Campanario a la misma hora, una molestia inmensa esa espera. Acomodaba en el taburete su humanidad, apoyaba el brazo izquierdo en la barra y pedía lo de siempre. 
     Lo de siempre, decía. 
     Le gustaban demasiado las historietas, de ahí el modismo de galán dibujado. Las chicas, ansiosas, sentían una atracción no disimulada. Él, después del segundo vaso, las miraba, una por una las miraba, hasta que sus ojos de fuego se detenían en alguna de ellas, siempre distintas, bellas, jóvenes. La señorita caminaba como por una pasarela y se acurrucaba a su lado. Tomaban otra copa, reían, y, echando chispas, sus sombras desaparecían en uno de los agujeros del fondo. 
     Un día el Loco dejó de aparecer. Las malas lenguas de barrio Güemes contaron que un vecino lo ubicó, ya tirado, en una zanja, a pocas cuadras del Campanario, con los huevos en la boca. 


Ella

     ¿Qué hizo de mí? Una casa desbordada y desnuda. Sogas y tirantes, los cuatro climas, tempestades y aeropuertos, un domingo de sol en la laguna del desierto. ¿El nunca faltar? ¿El nunca sobrar? Aquello, no existe, existe ante la pregunta del devenir y se va, para dejar de existir. Cómoda y sencilla, cajones de ayer, ¿de mañana?, ¿el sendero equivocado? La casa es una tapia altísima coronada por una cruz de soplo. ¿Hay aire? Sí, y no. La respiración calma, se excita y ahoga y en silencio, abriga. Una casa de talas y espinillos. Una casa de arena. Una casa desbordada y desnuda. La casa no es el mundo. El mundo no es el hogar. Ella lo sabe, me lo está diciendo. No sé si creerle. O sí, no sé.


Erik Satie en la antigua ciudad

     En la antigua Ciudad, hermosos jóvenes desnudos bailan en la sacudida etérea de silencios pulverizados en la narrativa de las notas. No, no estamos, aún, en abril de 1888 y la radio pasa un par de versiones. En el uno y el tres Debussy orquestó los cuerpos en la danza de la belleza. En el uno, la poesía del dos inicia la vaguedad de los sentidos en el fortalecer de la dicha. Un viento inmenso deja de soplar, y, en la entrelinea, la fisura del deseo.


Estufa

     El Primus de Arlt junta polvo en el altillo que está encima del baño. Cuando lo comento, nadie lo cree. De que sea el Primus de Roberto Arlt. Les cuento la historia, y no sé si termino de convencerlos, pero genero una duda razonable. Dura nada, luego de la distracción, la conversación continúa su cause natural; en mi círculo más íntimo, a nadie le interesa la literatura.


Ferias

     Acabo de llegar a casa y llueve; entro un cajón, pequeño, con verduras, hortalizas y frutas. Algo de queso y yerba. Para ir tirando en la semana. En la Feria, un amigo, bajo el cobijo de mi paraguas, me contó que hay otra, en un lugar distante, en una ciudad que abruma, y todo es mercancía. Yo, elijo este espacio mío, y con mi perro miramos a través de la ventana caer la lluvia y lo que quedó del sauce después de la última tormenta.


Frutas

     Amanece. Pelo una de las naranjas que junté al anochecer. Tiene poca cáscara y es muy jugosa. Riquísima, como fruta del despertar. Un momento feliz, diría, aunque algo incomoda, un zumbido extraño que hiere los oídos, que hiere, lastima, lacera. La radio, imperceptible hace unos instantes, ahora, la siento, encendida de odio, estupideces y mentiras, repitiendo tapas de diarios de infiernos que no vendrán. Carezco de estómago para tanto. Pero nunca hay que olvidarse del enemigo, el verdadero, pienso. ¿Es así? No lo sé. El que sabe es mi estómago. Exprimo un limón. Desenchufo la radio. Pelo la segunda naranja, dispuesto a disfrutar, lo mejor posible, del día.


Gusanos

     Yo estaba arando, ahí, enfrente de la calle; y los de allá mataban y repartían la carne. A eso de las cinco de la tarde pasa el carnicero, y recuerdo que la colgué en un poste. Faltaba poco para dejar de arar. En una de esas miro para todos los costados y no estaba la carne. Y la Mama esperaba. Y lo veo al Gusano, un perro que teníamos, y veo la carne. Los dos juntos, encarnados. Agarré el hacha y de canto le pegué un golpe que lo dejé tirado para siempre. Giro así con el arado, y lo tapé con tierra. Esa noche, preocupada, tal vez, por si me aceptaban o no en la Academia, no dijo nada. Pero a la noche siguiente preguntó: ¿Qué habrá pasado con el Gusanito que no lo vi en todo el día? ¿Dónde estará? Y yo, en mí adentro (yo en ese tiempo era medio cruel), decía: Y… desapareció, como una mariposa.


Habladurías

     Como un hombre callado en el sitio de fuerzas habladas de vientos y nueces de árboles nuevos. En ellos, las hojas, movedizas, recurrentes, no se caen y lloran como campanillas.


Haití

     Pronto acabará el sufrimiento. Es el vaticinio con el que nos obsequian los testigos de dios. ¿Ninguno de nosotros sobrevivirá? ¿Dejaremos, por fin, de sentir la podredumbre de nuestros cuerpos? Yo sé que es cierto, que así será, que somos los maldecidos de los hacedores de la tierra. La vida ama a los ricos de toda ajena riqueza. El hogar, una fosa común.


Humos

     El humo de un cigarro me hace oír, tararea, el ruido de la gente al caminar, y le pega al teclado de la portátil. La cervical, un muñón deforme. El frío cala las rosas del olvido. Hay ruido de magia. El portón de calle se va abriendo, ahora, se va cerrando el portón. Entraron los duendes de la casa. Es hora de la  última pitada, es hora del cigarro que dejó antes de ingresar a terapia intensiva, cuando estaba vivo para otras cosas, y no tarareaba.


José María

     Mi abuelo perdió una pierna. Luego, la otra. En honor a él llevo su nombre. En honor a él camino por este pueblo que lo cobijó como si fuese el suyo. Algunos piensan que soy sus piernas; otros, imaginan una silla de ruedas en el rincón más oscuro de mi habitación.


Kafka

     Tenía el pelo ondulado y una sonrisa arrugada. Miraba las cosas del mundo con ojos tentados por el espíritu vano del olvido. En las horas libres, en las que aún resuena el barullo de la plaza, anotaba en cuadernos la evolución de la ciudad de mandamientos perennes. En los días odiosos, se cortaba las uñas y la tristeza era un pañuelo anudado a lo más flaco de lo sobrio e indispensable de las tentaciones. En los días raros, la salud no bostezaba y el espíritu volvía a la sangre y caminaba. En los demás días, la oscuridad en el azote de las puertas cerradas.


La caverna

     La ciudad de la sensatez. La ciudad del sentido común. La ciudad de la belleza. Así la llamaban gran parte de sus habitantes (otros, muy pocos, ombligueaban complacientes el ni de la apariencia). No eran necesarios, entonces, psiquiátricos y hospitales, y los borraron con topadoras y máquinas de extrañas siglas. Dejaron solo algunos escombros en sitios estratégicos y los pintaron del color del sol.


La comida frugal

     Había trenes, no todos los días. Dos de ida y dos de vuelta. No sé qué días. Los pobladores iban a proveerse de diarios y revistas. Además traían en el furgón tomates, papas, batatas, zapallos, formas de felicidad. Un día iba solo a caballo, en el picasso, y yo era un aficionado a la uva. Me compré un cajón de cinco kilos. A un peso veinte el cajón. Yo iba en el picasso, iba al tranco comiendo la uva, hasta que me harté, y el resto del cajón llegó hasta la casa. No sé cuántos kilos de uva comí. Había de dos clases: doradas y negras. Esta era negra. El picasso al tranco, el cajón en el anca.


La noche en el amanecer

     La noche en el amanecer de las voces de los amigos. Sobre la mesa, los cubiertos manchados, colillas de cigarrillos en ceniceros de aljaba, papeles arrugados con el ADN de nuestra respiración, botellas traslúcidas impregnadas de nuestras bocas, un breve susurro del perro que descansa encima del cemento coloreado de otras vidas. Las nuestras.


La palabra escrita

     En el peligro de este mundo, en la maraña más oscura, en los labios incansables, abres tus piernas y me devoras. 


La sala

     Entre tanto despojo, un potus. 


La verdadera historia de los Fantasmas del Caribe

     Conversaba con su sobretodo. Pero en verano estaba más solo que borcegos en piletas de azul cristalino en el country El Velero Indómito. La música la trajo de uno de sus viajes al norte; aunque nunca vio la película igual se hizo un tajo en la boca como el protagonista. Llegó el invierno, y el Boca Torcida nada pudo decirle al Sobretodo que no le quedó otra que cambiar de ropero. Ahí se encontró con la guitarra y formaron el dúo Los Fantasmas del Caribe (ahora sexteto), ya con varios éxitos en su haber.


La vida imaginaria de Martín Monasso

     ¿Alguien leyó La vida imaginaria de Martín Monasso? Es un libro que busco hace años. Visité las librerías que han estado a mi alcance, de viejo, de nuevos, de saldos. En estos últimos tiempos lo he perseguido por diferentes portales, y no he encontrado ninguna referencia. Esperen un segundo, volveré a guglear “La vida imaginaria de Martín Monasso”, no recuerdo el autor… Lo más parecido que aparece es “La vida interior de Martin Frost”, una película dirigida por Paul Auster en 2007. No la vi aunque veo que está basada en su libro El libro de las ilusiones. Es un drama, y en apariencia una película pequeña. El libro de Auster trata sobre el descubrimiento de una serie de películas mudas de un tal Hector Mann. El protagonista se las ve todas y va percibiendo que hay una que se aleja de las demás y esa es “La vida interior de Martin Frost”. La que dirige Paul Auster. Novela y cine. Inspiración y molienda. Pasto y cemento. Tesis y ficción. Arte y amor. Me dieron ganas de ver la película, también de leer la novela. Soy un hombre apasionado de mis musas. Mejor espero que un día cualquiera y por razones del azar la den en cable y que para mi cumpleaños a alguien se le ocurra regalarme la novela. De las vidas posibles me encargo yo.


Lo único

     ¿Dónde estoy? ¿Qué hago en este lugar? Un fuerte dolor de cabeza confunde mi percepción de las cosas. ¿Cómo me llamo? ¿Tengo un nombre? ¿Qué vida corresponde a este cuerpo maltrecho, viejo? ¿Cuántos años sucedieron? ¿Veinticinco, cincuenta, una eternidad? ¿Qué hago yo aquí, ahora? El cielo se ve tan claro y oscuro, lo verde y lo seco abunda alrededor. Trato de tapar con mis manos la cara desconocida. Y pienso, en este preciso instante, pienso. Es lo único que puedo agradecer.


Los días más felices

     Beatles y Perón un solo corazón, vociferaba el tipo en Corrientes y Florida. No era argentino regresado de Europa. Un rubio cuarentón, vaya a saber uno de dónde carajo salió. Hartaba escucharlo. Se movía como al ritmo de un twist, con los brazos en alto y los dedos en V. La mayoría de nosotros hacía como que no existía y seguíamos parados sin siquiera mirarlo. Algunos idiotas se detenían y le hacían la fiesta y lo aplaudían y hasta cantaban con él, no solo ese cantito asqueroso, cantaban canciones en inglés, en un inglés perfecto con soreteadas sesentistas y la marcha desgraciada. Desgraciados de mierda, turistas que se creen dueños del mundo por mirar en el cine lo que supimos conseguir. Tenemos un país inmenso, todos los climas, ¿por qué no se van al Chaco, a Santiago del Estero, a Tucumán, a la puta que los parió? Bien lejos de todos nosotros. Negros mezclados con rubios drogadictos, todos peronistas. Y vienen a inundar nuestra Buenos Aires con sus olores inmundos. Qué nos espera a los hombres de buena voluntad. Ver el incendio. Verlos arder, hacerlos ceniza, pero son como cucarachas, vuelven. Vuelven. 


Madre de toda invención

     –Hijito, ¿cómo era yo cuando era joven? 


Margaritas

     Estamos en la cocina. Mira viejas fotos y sonríe. Le convido un mate y cariñosamente dice que después, que ahora está caminando por calles reconocidas. Tomo el mate que le convidara y sigo leyendo el libro que dejé sobre la mesa. Es un libro de poemas de un amigo de Buenos Aires. Tiene un nombre de mujer el libro de mi amigo. Pero no es el tuyo, le escucho decir. No, no es tu nombre que se repite una y otra vez. Tendré que deshojar la margarita como ella deshoja las fotos que sacamos hace apenas un rato de una caja de zapatos.


Más allá

     En el instante de vernos a los ojos la máquina apaga su luz y caen los cerebros en el fango de la distancia. La mujer en un hogar extranjero. La página en blanco que vomita tu sonrisa. No estás. Y extraviado en el mundo, agito esa ausencia indestructible, mintiéndome, más allá del bien y del mal, más allá de la voluntad del poder, más allá del perro que muerde la piedra. 


Matracas

     Algunos poetas beben el vino de la abundancia. Su origen nada importa. Adoran la pestilencia del mercado. Hacen del mundo su hogar y le dan vueltas y vueltas… La existencia del ser es un territorio dramático de donde aferrarse y lo sufren para las cámaras. Usan la máscara adecuada para cada situación que lo amerite. Descreen de la política. De la historia. De la filosofía. De su país. Del pensar que no sea “el pensar”. Nada saben del saber. Son eso, hacedores de hojalatas y mascarillas. Poetas matracas, hacen un carnaval de sus pedos. Existenciales y profundos.


Morrison, Van

     El hijo de la bailarina y el electricista dejó caer en el entonces su voz del venía improvisando. 
     En Irlanda los muchachos como vos construyen la inspiración a fuerza de trabajo y en el viajar con el saxofón a cuesta.
     Van los cielos con sus nubes, sus árboles, sus raíces, a encontrarse con la delicadeza de lo bello aquí.
     Van lunas en su danza azul, liberando el sonido, las hojas del devenir en el susurro de lo inesperado.
     Van las estrellas, sus glorias. 
     En el cabizbajo mundo de la suerte echada 
está la mañana. 


Mungo Dorset

     En septiembre de 1974 mi padre me lleva por primera vez a Inglaterra. Tenía que hacer un trabajo de un par de meses para una empresa cuya sede se encontraba, curiosamente, en Ashford. Desde 1968 era muy amigo de Ray Jerry, así que no fue nada extraño que paráramos en su casa de Bournemouth. Yo era muy chico y apenas hablaba inglés, pero Ray tuvo la paciencia de contarme las bellas historias de su tiempo en la Buena Tierra. El tipo me caía muy bien, entre otras cosas, porque tenía los dientes separados como yo. Raymond me enseñó a reír en público mostrando los dientes. La gracia de su vieja Fender, en tiempos malos, en tiempos buenos, me acompaña en los veranos.


Música de jazz

     Las sillas del jardín inclinadas sobre la mesa. Piedras y arbustos, una maceta caída, vacía. En la pérgola, la parra colmada de racimos de no-amanecer. La lluvia aún no cesó, pero es leve, fina, tan fina que acaricia como música de jazz las chapas del techo. El interior es el exterior de mis cosas. El vidrio, apenas humedecido, mi rostro.


Oymyakon

     Hay agua sobre el escritorio en estado líquido. ¿Resto de una mateada? Es posible. Todo el mundo apoya vasos y botellas, lágrimas que contuvieron durante la noche y pasean junto al nuevo amanecer. No pongo en tela de juicio la mateada, aunque siempre toma solo en las horas en que puede estar solo. En las otras, con cualquier excusa dice que tiene que caminar por el jardín, estirar las piernas, elongar, llevar los brazos lo más cerca posible del cielo. No te mates, le gritan. Vení, hay un verdolaga que entibia. 
     Ellos nada saben de este inmenso escalofrío a siete mil kilómetros de Moscú.


Parodia

     Desprestigiar las luces aparentes.
     Desarticular las decisiones opuestas.
     Sentir la explicación en el estómago de la serpiente.


Pescado

     Saltó de la pecera. Y cayó sobre el piso de cemento. Pasó de pez a pescado. Para nada rabioso.


Piedra fumada

     Una pieza de tractor que escupe piedras al cielo de los dioses muertos. Solo como el primer hombre, sola como la primera mujer. En el árbol de la piadosa mentira caen manzanas agusanadas de ojos que miran por nosotros, que ven un rosario de palabras en ideogramas de locos chinos que no se fuman, salvo en noches de estrellas llenas. Salvo en días que no nacerán. 


Poetas de provincia

     Hay que romper la telaraña, hasta pagaría una edición impresa, negra, bien maldita y a todo lujo. Necesito creer que la mayoría de los antologados estará de acuerdo. Un batacazo, eso sería. Terminaríamos con el ninguneo y alegraríamos a más de un corazón, y alguno que otro “bum-bum-lalalala”. Tal vez, incluso, concluya esta modorra provincial que tanto bostezo nos deparó. Una mirada historiográfica nos da la razón, que como todos sabemos no siempre abunda.


Qué hay con búfalo

     ¿Qué hay con Búfalo? Creo que nada, salvo un rey que odia a los poetas mariquitas. “Hay que cazarlos”, suele bostezar su augusta majestad en reuniones de derecho de gracia. Yo estuve dispuesto a hacer justicia y en abril del 66 crucé la frontera de Canadá. Stephen y Neil conocían mi plan y me contrataron como panderista, quizás puedan escucharme en un crudo en el Whisky A Go Go. Nunca me convocaron a las sesiones de grabación, si bien participé hasta la disolución allá por el 68. Decían que el rock no era mi objetivo de vida.
     ¿Qué hay con Búfalo? Creo que nada, salvo un rey que odia a los poetas mariquitas. Se saca fotografías con una máscara de becerro y abomina de los fantasmas del camino.
     Es cierto, no pude matarlo, solo logré romper su cadera antes de las grandes lluvias. Cuando terminen, ya no estaré solo, y de vuelta en el camino partiré al África galopando como un búfalo en busca de la carne deseada. Y volveré a cantar junto a los viejos Springfield: 
     “Oh, larga vida feliz, larga muerte feliz, corre con mi bala en tu cráneo”.


Química

     En este 1971 que se inicia el adelanto tecnológico más importante para destruir a las guerrillas son los sensores eléctricos que estamos perfeccionando en Vietnam. El último furor, se espera, será la química.


Tatuajes

     La pensaba como a una diosa felina. Aunque en realidad era otra cosa, una verdadera zoología quebrada. Una gatita, en todo caso, tatuada en sus tetillas y en su trasero, con demasiados pocos años en su haber, y casi nada que decir. En vez de provocarnos, nos hacía divertir como suelen hacer esas chicas anarco-burguesas que muestran su plasticidad literaria a través de facebook.


Tos

El humo sube la escalera y nos atrapa en los peldaños del final. Cerramos los ojos y tapamos nuestras bocas. Tosemos palabras que en otra circunstancia no pronunciaríamos.


Un frío planeta

     Un mundo viejo me abraza en las mañanas, trato de no decepcionarlo y me levanto tambaleando, busco el pantalón y las zapatillas y cambio la remera por una estampada con la leyenda New World. Nunca decepciono a las antiguas generaciones. Ni a las que pintan las paredes de mi barrio con un Seco Moja. Es difícil creerlo. Sobre todo si la vida es un océano yerto cobijando la integridad de un frío planeta.


Un hermoso día

     Es un hermoso día. El sol, liviano, y la brisa, fresca, lenta, hacen bailar las ramas del sauce y del álamo y de las campanillas violetas abrigadoras de la calle del otro lado del muro de ladrillos. Ahora estoy solo, y bien, ni feliz ni triste, bien. ¿Quién sabe qué es bien? ¿Bien tiene de espalda al mal? Digo, cambio, pienso, ni bien ni mal. Estoy, aquí, en casa. La habito días y noches, como antes habitaba, otra casa, mía, nuestra, los nuestros del fue, otra vida. Ni feliz ni triste. Otra vida. No existe esa vida. Sí, una memoria, real, ficticia, daltónica, años demasiados, país caído a pedazos, antes, caído a pedazos, ese día, lágrimas, destrozado, en la fiesta de los dormidos, en el miedo y la desolación, en el después, hambrientos, estaqueados sobre la turba húmeda, seiscientos cuarenta y nueve, muertos, cientos en el dejarse, caer en el morir, olvido, frío, largo atardecer. 
     Es un hermoso día. El viento, flaco, hace flamear los árboles y las plantas y las flores. Hoy, en City Bell, en cualquier herida del país. 


Un tal Pettoruti

     Un día tuve un amigo que tenía un Pettoruti. Era su orgullo. Llegábamos a su casa, a pocas cuadras del centro de City Bell, y ahí reinaba, contundente y brilloso. Mi amigo nos hacía sentar en el sillón especial para observar, estudiar, analizar, el Pettoruti. Interrogaba acerca de la tela, yo la miraba, lo miraba a mi amigo, volvía a la pintura, y a mi amigo. Después de unos minutos le decía que era linda. Mi amigo cerraba los ojos y agachaba la cabeza. Ya en la cocina, con total parsimonia preparaba un té de hebras que traía en una bandeja de plata que dejaba en la mesa ratona. Sin azúcar. En esa casa no se conocía el azúcar, por lo menos para el té. Yo era el encargado de llenar las tazas. Mi amigo nos introducía en una ceremonia de espera, un poco larga eso sí, y contaba la historia de su tío Perico, en los suburbios de la ciudad, con el tal Pettoruti. Siempre decía lo mismo, y siempre me ocurría lo mismo. Al llegar a la palabra cubismo yo ya estaba completamente abismado. Las palabras se deshacían en un manto gris de sifones y otros objetos del cotidiano abundar. Me ponía a pensar que en esa casa escaseaba el vino, también los gatos. Nunca vi un gato, aunque a veces, cuando por necesidades elementales recurría a alguna otra habitación, encontraba en lugares visibles a la vista de cualquiera que pudiese ver, excremento de ratas. De a poco la fui juntando, llevé un frasco vacío y limpio de mermelada, y ahí deponía las varas negras. Llegué a juntar cerca de una decena de esos frascos de vidrio. Y los guardaba en el closet de la habitación que alquilaba en barrio El Ombú. 
     Una tarde, antes que mi amigo saliese de la universidad, entré a la casa, por la puerta trasera, y, con la cuchilla de cortar quesos y salames, destruí la tela. Salí por la puerta principal, y caminé, sediento, hacia el bar de calle 21. 


Un tipo orientado

     Esto fue por el año 1943 más o menos. Y todavía me pregunto cómo pude abrir esa puerta y en cómo perdí el sentido de la orientación. Yo que siempre fui un tipo orientado. Iba a visitar a Exaltación, un sábado, y el domingo tenía que ir al cuartel en Campo de Mayo. Así era la cosa, un amigo, compañero del Colegio San José de Rosario, del que seguramente habrán oído hablar, un tal Pagura; resulta que el susodicho trabajaba en una fábrica de muebles llamada Cavarossi, así nomás, con doble ese. Pagura vivía en pleno centro con otro muchacho, yo no llegué a ir a esa pensión porque trabajaba. Venía por la Nueve de Julio y ahí en Avenida de Mayo me cambiaba en lo de Pagura, y venía a City Bell. Esto era el sábado; al día siguiente, volvía; en ese tiempo estaba el Expreso Buenos Aires. Yo me cambio y Pagura me da la llave para que pudiera entrar. Voy a City Bell, hice todo lo que tenía que hacer, vuelvo, bajé, agarré la llave que me dio Pagura, y trato de abrir la puerta, y no abre. Una y otra vez intento, y la llave entra mal, no gira. Media hora intentando abrir y pensando de este amigo mío, Pagura, pienso de Pagura, este turro vaya a saber qué llave me dio. Media hora queriendo abrir, y pensando, y puteando por lo bajo. En una de esas llega un señor con la llave correcta, y abre. Subo al segundo piso y lo primero que veo al abrir la puerta, porque la puerta la abrí, veo, no sé… Salgo disparado, bajo, y me pongo a reflexionar en la entrada del edificio, para sacarme el tema de encima ¿viste?, y llego a la conclusión de que me equivoqué de entrada. Miré mejor y me ubiqué; abro la puerta, subo, vuelvo a abrir, y veo a Pagura que está durmiendo, ahora sí, entre sábanas inmaculadas. 


Una hermosa vida

     Me metí en el sueño de mi perro. Lo vengo haciendo desde antes que los árboles se acolcharan de sombras. Vi bolsas de Eukanuba. Caricias a la mañana y al atardecer. Una pelota de tenis que busca y trae algunos fines de semana. Un gato en zapatillas deportivas que siempre escapa por la medianera de las enamoradas. Inmensas y terrestres siestas al sol con pajaritos a sus anchas y a sus patas. Una hermosa vida de perro. Y no quise salir, pensando que sus sueños eran mejores que los míos.


Uñas y rajaduras

     Captaron rostro divino en una ecografía satelital, informan diarios del día que nada saben de rajaduras terrestres y torres caídas. Enciende la pantalla para interiorizarse del tema, está ansioso y corta sus uñas, las uñas de los pies. A partir de ahora, el tumor será extraído del manual de estilo digital. Los buenos operadores analizan la belleza posible de vender. El diagnostico, seguimos embarazados de la divina estupidez humana.


Viajes

     Esta mañana, al afeitarme, me hice un corte en el labio superior (lado izquierdo del espejo). Corrió sangre, mucha. Aún no me animé con la yugular.


Aprendizaje

     Cuando el Maestro cerró los ojos, 
el discípulo quedó ciego.


El contrato

     Debo leer cuentos y poemas. Demasiados. Es mi obligación del día de hoy. No dormí en toda la noche. El motivo era otro, no eran los poemas ni los relatos. Otro. Era. El motivo. Veo carpetas y fotocopias sobre la mesa, una montaña de papeles inauditos. Pero es mi vida la que está en juego. En el cruce de las calles 471 y 29, firmé con sangre el contrato. Y lo que se firma con sangre si no se cumple termina. Escribo estas palabras con un arma incrustada en mi sien. Debo leer cuentos y poemas y el día no podría presentarse más feliz.



EL FLAUTISTA DE CITY BELL     /   2009-2013


Almafuerte (01.11.11)     /    
Animales (03.02.12)     /     
Antes de irme a dormir (24.09.11)     /     
Árboles (17.06.11)     /     
Baldíos (20.01.10)     /     
Bendición (18.11.11)     /     
Calles (01.02.10)     /     
City Bell Again, Marianne Faithfull (03.09.11)     /     
Con Melville de paseo por City Bell (24.10.11)     /     
Correos (04.04.12)     /     
Cuento (05.08.12)     /     
De almendras y elefantes (29.10.11)     /     
Después del ACV (17.09.11)     /     
El arte de la pesca y el arte de abrir los ojos (21.12.11)     /     
El comensal festeja con amigos (20.05.12)     /     
El idiota (2009)     /     
El perro (2009)     /     
El solitario (2009)     /     
El tronar de las campanas (2009)     /     
Ella (03.04.12)     /     
Erik Satie en la antigua ciudad (13.09.12)     /     
Estufa (04.08.12)     /     
Ferias (28.04.12)     /     
Frutas (04.08.11)     /     
Gusanos (17.05.09)     /     
Habladurías (05.08.12)     /     
Haití (18.01.10)     /     
Humos (28.07.11)     /     
José María (26.05.11)     /     
Kafka (28.08.12)     /     
La caverna (02.08.11)     /     
La comida frugal (11.06.09)     /     
La noche en el amanecer (15.09.12)     /     
La palabra escrita (24.10.11)     /     
La sala (07.06.12)     /     
La verdadera historia de los fantasmas del caribe (23.09.11)     /     
La vida imaginaria de Martín Monasso (02.11.11)     /     
Lo único (20.03.12)     /     
Los días más felices (08.10.11)     /     
Madre de toda invención (11.11.11)     /     
Margaritas (04.04.09)     /     
Más allá (01.11.11)     /     
Matracas (06.03.12)     /     
Morrison, Van (31.08.12)     /     
Mungo Dorset (04.08.12)     /     
Música de jazz (19.01.10)     /     
Oymyakon (05.02.10)     /     
Parodia (29.08.12)     /     
Pescado (27.07.11)     /     
Piedra fumada (18.11.11)     /     
Poetas de provincia (04.02.10)     /     
Qué hay con búfalo (23.07.12)     /     
Química (2013)     /     
Tatuajes (02.02.10)     /     
Tos (31.03.12)     /     
Un frío planeta (21.03.12)     /     
Un hermoso día (02.04.12)     /     
Un tal Pettoruti (21.08.13)     /     
Un tipo orientado (28.02.09)     /     
Una hermosa vida (28.10.11)     /     
Uñas y rajaduras (09.11.11)     /     
Viajes (25.07.11)     /     
Aprendizaje (26.09.09)     /     
El contrato (28.09.11)     /     



ESTE ES EL LIBRO MÁS LINDO de José María. No sé si conviene comenzar con semejante confesión, no sé si quiera si conviene hacer confesiones, pero cuando una impresión de lectura es tan fulgurante, la mesura puede devenir en afectación. He leído, creo, todos los libros de José María, por eso sostengo este juicio, aunque me veo en la necesidad de defender el adjetivo. La palabra lindo adolece de imprecisión y hasta declina en cierta ternura diminutiva; es la forma, no obstante, que hoy día tenemos para calificar aquellos libros con los cuales logramos una intimidad. Leer es un esfuerzo; en este caso, para mí, fue un alivio. Creo —si no me pongo ya demasiado enfático— que José María encontró el tono de su poesía en El flautista. 
Desde la primera de estas artesanías, «Almafuerte», sentí que el libro podía tener mil páginas más, y que ninguna sobraría. Es una sensación infrecuente de lectura, pero cuando se siente se agradece, porque uno puede descansar en el libro, contar con él para el titánico propósito cotidiano de limar las asperezas de la vida. 
Dije artesanía y escucho tu voz, lector, que se pregunta ¿por qué artesanía? ¿Qué nombre le pondríamos a estos poemas? El de poemas no está mal, pero es tan general para el caso que se pierde lo distintivo. Otros poetas han tramado textos de la misma naturaleza, advertido el mismo problema y bautizado de distintas maneras. Baudelaire los llamó Le spleen de Paris. Ramos Sucre hizo, quizá, los mejores, y los llamó Trizas de papel. Severo Sarduy dio con un nombre que aludiera al modo en que surgían: epifanías. Esta diversidad, que apenas ventilo, quizá nos hable de sus virtudes.
No se ha escrito, aún, un texto que encaje perfectamente en un género. Los géneros son abstracciones, arquetipos ajenos a las obras concretas. Esta que laboró José María es, además, de las obras que menos se ajustan a alguno de ellos. Llamarlos poesía en prosa, cuentos poéticos, narrativa hiperbreve, revela más un requisito editorial que un menester de lectura. ¿Qué necesita saber un lector del libro que sostiene en sus manos? No querello contra los géneros (eso también ya es genérico), digo que este tipo de textos goza, aún, de una saludable disparidad del nombre. Está por llegar el libro que le acomode uno cuya certeza sea definitiva, y allí (no lo sé) quizá este tipo de texto poético, espontáneo y casi siempre fantástico, inicie el periplo hacia la canonización. Imagino que será un neologismo, porque los nombres actuales de la lengua española, parece, siguen sobrevolando el objeto sin poder sujetarlo. 

Fernando Alfón


 “EN EL FLAUTISTA DE CITY BELL, Pallaoro se instala en situaciones que pasarían inadvertidas para otros ojos pero los suyos, que saben mirar más, amplían el campo de visión y sus palabras son siempre una concentración de luces que despliegan la situación de la mirada”. ÁNGELA PRADELLI

“LAS IMÁGENES POÉTICAS y la condensación semántica llevan de la emoción a la denuncia, de la denuncia al humor, del humor a la melancolía... es un arcoiris de sensaciones, un recorrido de lectura que se semeja a la navegación sobre aguas serenas. El intertexto dialoga con el cine, con la música, con la literatura, ¡con los medios masivos de comunicación!, y además, el ritmo de la vida: de lo trascendente a lo cotidiano, de lo social a lo íntimo, de lo metafísico al estómago. Textos brevísimos a los que no los ganó la urgencia, y como ocurre con la buena minificción: espera la experiencia siempre nueva de la relectura”. MIRIAM CAIRO

“UN LIBRO PRECIOSO, variado, que yo llevaría conmigo, liviano a veces, sordo y profundo otras (como temas musicales). Una joyita (de género indefinido, o no reductible a un género, hay relatos cortos, casi aforismos y poemas en prosa, memorias autobiográficas o no, o falsas, o de verdad literaria).” ALFREDO FRESSIA

“EL FLAUTISTA… ME HACE PENSAR en La vida en los pliegues de Michaux, en los poemas de Espantapájaros de Girondo, pero más "rante", más cool, menos literalizados. El propósito es la libertad y la adjunción de temas que asaltan al poeta. Las menciones culturales (desde Jethro Tull a Coltrane, o Kafka, o ¡Van Morrison!, pasando por el humor, la ironía y la política) me tienen de aliado. El flautista… me llevó a la complicidad, una manera entre beat y tanguera de hablar de lo que me importa”. JORGE DANIEL PONCE

“EL FLAUTISTA… ZIGZAGUEA por muchos caminos (irónicos, fantásticos, surrealistas, humorísticos), es poesía, claro, casi todo el tiempo. Deriva por andariveles juguetones, locos, imaginativos, dislocados. Hay un disloque del lenguaje y del sentido, una aventura riesgosa que hay que correr o abandonarlo todo, ¿no, José María? Has dado un salto y no fue al vacío. Fue sin red pero caíste parado, artísticamente, como hacen los gatos”. RAÚL ORLANDO ARTOLA


El presente volumen, séptimo de la Colección “Mescolanza”, se terminó de imprimir en febrero de 2015.