martes, 28 de septiembre de 2021

Notas en libretas de hule negro




JOSÉ MARÍA PALLAORO
NOTAS EN LIBRETAS DE HULE NEGRO


(2011 – 2012)








I

Ella dijo que
tuvo un calambre
Cuando se le fuera
prometió estar


II

En una antología bilingüe de René Char
con estudio preliminar de René Ménard
leemos “el poema es el amor realizado
por el deseo que ha seguido siendo deseo”

Lo que el traductor no explicita
es la inexactitud de la versión
quizás por un involuntario error tipográfico

Corrijo con lápiz en el margen derecho
las dos líneas mencionadas

Y es otra cosa, simplemente, lo leído


Nadie lee a los griegos
Hace tiempo eran moda 
en revistas y diarios
y cualquier sofista y pueblerino 
traducía sus textos

Yorgos, Constantino, Yanis, 
Odysseas, Takis, Nikiforos
y otros de menor envergadura 
se convirtieron en el hazme sentir 
de los poetas sensibles

En la perfección de mi ciudad 
se versionaba y leía a los griegos

Luego, el fuego en la lluvia
todo lo extinguió 
a pesar del consejo socrático


Leo en la primera línea
de un poema de D. H. Lawrence:
“quisiera conocer…”, etc.,

es muy bonita la versión del poema,
solo siento la inmensa pena
del traslado a mi idioma
y estar en un todo de acuerdo


Onetti preguntó no sé qué cosa y respondí con una sonrisa tonta
Eso fue todo (Si querés algo con más profundidad metete en el pozo
y dejá que te enterremos) 


“Turquesa, esa porcelana viva
que tiene en los ojos”, quiero
recordarte en la cita de Walsh,
y en los tulipanes de plata,
en el embrión de la flor,
en la soledad de tu lengua,
en la austera palabra,
que crece


Transtromer, el pasajero, dice:
“Un dedo no hace cinco
Un mundo no hace el mundo
Un millón y medio de dólares,
¿logran transformar los dedos, el mundo?
Soy demasiado viejo, 
un hombre de cierto orden 
en un lugar de encuentro
Lo único que conseguiré es lo que nunca verán mis ojos
Un hermoso cajón de la mejor madera
Sin embargo, demasiados árboles de altos zapatos
La música llegó en el esplendor de mi sordera
La naturaleza demoró demasiado tiempo en atravesarme
Pero ya ven, mi habla muerta habla
El tren vaga sin destino y sigue varado 
en la estación de la que nunca salió
¿Qué otra cosa es la experiencia?”


La hora de Reynaldo se detuvo al cruzar las aguas
En la otra orilla, los cencerros y el festín, 
el estereotipo de lo vulgar en el odio y el amor, 
en el amor y en el odio, en la importancia de ser arenas


Mario Trejo descansa en paz
Su poesía no descansa, sigue 
lamiendo la herida absurda,
la calle de los leopardos, 
la entrepierna acorralada 
entre labios y dientes
No descansa, se fuma el amor 
en caricias de manos 
deslizándose por los pechos 
hasta los dedos de los pies
El viejo poeta descansa
Su poesía 
no


Pablo Odhe hablaba siempre de poesía, 
mejor dicho, todo lo que hablaba 
lo llevaba al campo de la poesía
Era magnético en ese campo
Con audacia y sagacidad 
llenó su odisea de palabras
y cruzó a nado el río de las tres muertes
Ahora, en la otra orilla,
estará descansando en el despertar del leer


Aunque la luna deje de brillar 
en la metafísica del despertarnos
En un instante de dignidad sobrevive al desengaño,
aunque la luna deje de brillar
El afecto más que el amor, ¿consiste en sobrevivir?
¿Ciorán no lo cree? ¿Babeándose encima no lo cree?
De vos, de mí. La descomposición de la breve ironía


El invierno renació en los libros
La casa y el mundo, siguen como antes
Una paloma bebe de la pileta
Hojas balanceándose en la telaraña
Un sol y naranjas
Janis, la voz cósmica, junto a la pared, ruge 
como un Porsche 3 5 6 cayendo al Océano Pacifico


La nieve brilla en mi cabeza; bajo los bosques 
de otros espejos, crecen médanos lechosos; 
en mi piel, se desparrama como arenilla en los portales
Aunque, las piernas, sientan el frío. En el cráneo desnudo, 
la nieve serpentea y acolora el mantel sobre la mesa 
En el afuera, sacudido en el bajar subir de las manos, 
azafranada, la tela, baila. Vuelvo, la extiendo, el rito 
de lo blanco bajo lo amarillo, de lo amarillo ondeado 
por el viento. Y en interior, donde los pies se parten como hielo 
por la voluntad de un martillo, la cabeza roja como la nieve 
que cubre el jardín


En esa estrella nunca viajé
Aunque las cosas bellas están 
más allá de un único pensar 
En el mundar que nonos aburre
Estamos grandes para órdenes 
castas y los dioses nos han dejado 
por muchachos bronceados 
y estáticas musculaturas
“No te olvides de devolver 
el gallo a uno de los fabulosos”
Nos ponemos nerviosos 
y tranquilos al mismo tiempo 
y el mundo no alcanza 
para regar las plantitas 
quemadas por el ardiente sol 
H. A. Murena que pasó por la escuela 
militar y amaba a los caballos 
calló en las ciento y una 
el paso de Krishnamurti por Liverpool 
y de una guitarreada bendecida de hierba
En estado de tristeza y felicidad
y pasado el mantra de lo que es
lo voy a meditar
en mi lugar de veraneo:
el rincón más oscuro de la casa
dentro de la asombrosa claridad
en la realidad del no tiempo


Uma Thurman está loca 
por mí. Le digo que soy 
un hombre comprometido 
con la realidad. No le importa
Pellizca con aliento tibio, 
pasa rápido, hasta el frío, 
el frío. Vivimos noches de amor
y alegría. En metafísicos encuentros, 
siempre, abrazados, 
susurramos hermosos textos 
de autores imaginarios
“Vuelve, vuelve, 
en los besos, en la lengüita  
del destino común” 
Me hace prometer, el 29 
de abril no te dejaré 
sola. ¿Iremos a la India, 
a Londres, a Hyde Park? 
Lo más probable es City Bell 
en un domingo de copas doradas
Reímos y bailamos; 
el día nace, otoño
Voy a preparar el desayuno.
“Vuelve, vuelve, 
en los besos, en la lengüita  
del destino común” 
Vuelvo con las tazas humeantes, 
jugo de naranjas, tostadas, 
queso y dulce rico del sur
La historia es un clásico
Ella ya no está, como el hueco 
de los cuerpos 
en la cama sin deshacer
“Vuelve, vuelve, 
en los besos, en la lengüita  
del destino común” 


Al despertar recordó esta 
conversación con David Crosby
–¿Qué sabés del mundo?
–Nada sé del mundo
–¿Qué sabes de “tu mundo”?
–Poco y nada sé de “mi mundo”
–Estoy tan solo como vos, por favor, ese poco ¿qué es?
–Que no existe esta conversación, y no tengo deseos de despertar
–Entonces, por encima del sueño, llévame


Un día cuando la noche amanezca cerraré los ojos para sentirte reír
a pesar de la sordera de las manos 
a pesar del silencio del agua 
a pesar del humo ensordecedor 
Un día, cuando la noche amanezca


Cuando salen los pájaros el lento traqueteo agita de manera superficial los días de este momento 
El sangriento mausoleo de llaves con puertas de madera podridas y anillos de aserrín 
Sopla la campanilla en la otra vez de los gallos sin ver la montaña, la arena de piojos y plásticos y papeles sin viento 
Calles de tierra, paraísos enfermos y una vida sin ahora y con el después de absoluto y nada, en la esquina de 17 y 12 


Huir, cualquier lugar, ninguno 
Sin vacilar, la esencia de la poesía trastabilla 
“quizás aquí esté mi mundo” 


Con las manos atadas a la espalda
trata de abrazar lo imposible
la sangrante carne 
la sed de las altísimas torres


Una vida engrasando la cuerda, ajustando sus nudos correctamente 
como única manera de arrancarse los ojos 
de mantenerlos cerrados a la luz de los últimos sacrificios 


Ni un alma, solo malezas, palomas, serpientes 
El semáforo cambia de color y comienzan a girar las ruedas 
en la corriente del tráfico, calle abajo, acelerando por la última recta 


En un sentido estricto, la llama del día es un animal apagado 
Por más duda razonable, la antigua podredumbre y vientos solemnes, todo hace pensar: están muertos 
Basta leer la lápida en el pilote de piedras donde los saqueadores de caminos inscriben con fuego de un pueblo invisible su leyenda  


La besa en la nariz (Ella pregunta si está fría) 
La besa en los labios (Ella cierra los ojos) 
(Y cerca de las flores, en su mecedora de viento, duermen en el abrazo del otra vez) 


La lluvia azota las ventanas el viento, arrastra hojas 
ramas de los árboles y las flores azules 
(el temporal sigue cerca de ahí en otro lugar 
en un auto donde llueve y el fuego no cesa) 


Ciega mujer de mis días, cada vez que entro a tus ojos digo lo mismo 
“sin vos las horas dejan de existir” 


Si ella se va el verde del mar se cierra, las olas no llegan a la orilla, la marea no marea, y el alcohol se evapora en el frío de libros envueltos en celofán
Si ella se va su herida nunca estuvo 


Sí, la noche es luz cegadora de árboles y plantas, cortinas y viento 
Los muebles, inmóviles, sordos, inútiles, polvo del quedarse, parecen dormir junto a los demás objetos 
¿Dejan de pensar, de vivir? Un día, en el tal vez de los oráculos, caerán batracios del cielo 
Las piedras aladas de nuestro despertar 


En la carambola del pensar, bajo un cielo de edificios dorados, nubes caminan  (tierra lejos, lejos, en el sentirte)


Con las manos atadas a la espalda trata de abrazar lo imposible, la sangrante carne, la sed de las altísimas torres 


La nieve brilla en mi cabeza; bajo los bosques de otros espejos, crecen médanos lechosos; en mi piel, se desparrama como arenilla en los portales
(Aunque, las piernas, sientan el frío) 
En el cráneo desnudo, la nieve serpentea y acolora el mantel sobre la mesa
En el afuera, sacudido en el bajar subir de las manos, azafranada, la tela, baila 
Vuelvo, la extiendo, el rito de lo blanco bajo lo amarillo, de lo amarillo ondeado por el viento 
Y en interior, donde los pies se parten como hielo por la voluntad de un martillo, la cabeza roja como la nieve que cubre el jardín 


Los chiquillos de la tarde juegan 
al mañana. Dormida piedra, nena 
de ojos verdemar, donde la arena serpea 
castillos en la curiosidad de sus manos
Un pequeño mira, la piedra y los muros, 
y hace del cielo lejos un día feliz
En el mañana se besan en la playa


Y el oro negro, cabecitas del sol, un hogar bajo nuestros pies
País, casa de todos, vida nutriendo en el crecer del también reír
Fue. Es. ¿Será? 


¿Y si somos amigos que se hacen mimos? Eso quisiera, tu boca, la mojadita
en el vientre del dragón


Cuando el río llama la tristeza nos moja. Hace tiempo, decidió el viaje, el camino, 
el camino, no, no, no tuvo 
fuerzas. Es tan difícil encontrar. De ahora en más qué, de ahora en más 
menos. Cuando, nos moja la tristeza, el río llama
Cuando dejó la casa, las ventanas quedaron abiertas. Siempre que vuelve cuenta del descampado solemne, salvo por el golpetear de un rumor de chapas 
parecido al viento de una vaga respuesta
Cuando las ventanas quedaron abiertas, la casa se desarmó como un castillo de arena
Los que miraban caminan por la playa desnuda de aberturas y otros arrepentimientos
Cuando el arrepentimiento sucede lo mismo. Es temprano para la ingratitud del tiempo, 
y como pronóstico posible 
un solo plato, roto, sobre la mesa


Yo no dormí en ese lugar 
ni en ningún otro, 
desde siempre sigo despierto 

y aún así no me explico 
el porqué de esas flores 

que cada tanto 
y cada vez más lejos 
dejan sobre mí


¿Dónde estaba antes de lo manuscrito balbucear? Las baratijas, cotillón de la poesía, nunca la escriben los olvidados de la razón, de la inteligencia rota, de los barbijos y cabezas 
¿Dónde comenzó? En la noche, sucumben baratijas, guías escuetas, para el poseedor de papeles verdes, para quien enlaza la soga en la higuera del cielo 


¿Qué herencia puedo dejar a mi mascota? El otoño no se anima a oscurecer, llega a su fin y el verde sigue 
en el pasto, en las plantas y los árboles 
Necesito juntar naranjas 


Necesito antes de irme, y para siempre, un aguilucho en el asfalto 
¿Qué herencia dejaré a mi mascota? ¿Qué sol sumergido en el agua?


¿Qué puedo darle de comer? ¿Cuánto tiempo pasó del estar sus huesos 
y la casi inexistente piel sola en su casa? El viento fuerte no me deja avanzar, 
y quedo solo 
¿Qué puedo hacer para que beba y coma, para que los lunes no sean 
los siete días de la semana?


El frío es una de las tantas molestias de mi madre 
Le ruego use los calcetines y soquetes de lana gruesa regalados el invierno anterior 
Ella conserva la tradición familiar de la sordera, y yo, me encuentro lejos, en la vieja casa 


La mordaza ahoga la efervescencia de los gusanos
Los ojos espinados en la clarividencia del destino


El azul de la tierra no se hace cielo
Tapan las palas los estertores del viento
Arriba, polvo en el polvo, semilla del quién sabe


No te discuto, fue una pésima noche 
no bebimos alcohol, comimos entre moscas y mosquitos 
la carne salada del ya fue
Espero se repita


Un día, sabés, solos en el parque espléndido, 
un piano, verdadero, y la armonía  
envolviéndo (tu vestido frágil, bailará, 
bailará, hasta oscurecer el instrumento  
y una voz de este mundo diga: 
“han hecho bien, lo han hecho muy bien”) 


Se termina, hace horas la lluvia tormentaba 
las plantas y temía por los árboles secos 
unas horas menos, el sol golpeaba las hojas verdes 
como ojos eternamente encendidos 
deseoso del pestañear al final de otro día


Nada se acerca, es más, la soledad del adentro 
nunca duerme padece insomnio y le gusta no cerrar los ojos 
parado en la inmensidad de la nada 
se extinguió


Sale humo del pico de la pava, 
un humo vaporoso, cierro el mechero, 
tomo la taza mojada y la seco con las manos, 
agrego tres cucharadas de una mezcla grisácea 
desconocida en mi juventud y vacío el agua 
un poco más de la mitad de la taza
En el 29, unos días después del fin del mundo, 
la rutina sigue en su lugar, aunque todo parezca marchito 
y desesperanzador


No entrás en ningún casillero, quedás afuera del adentro
En el espejo, la espera; en el espejo, la soledad
En el espejo


El ruido es ensordecedor decía mi padre, en verdad puteaba 
El espacio es otro, y la música hace temblar las paredes 
La belleza alineada a la telaraña de lo inmóvil, las ventanas cerradas para motivar al misterio 
En casa no hay roedores ni apellidos exóticos bajo la almohada 


Di tantas vueltas en las horas pasadas, y cuesta levantarme, despierto o despierto, o lo vertical como un tentempié desinflado, cucharadas grises, un par, en  la taza, humea el metal, asienta, y bebo la solidez del día sin nombre, 
un bautismo en el revuelvo de la leche y el café


Hoy no desperté, ni siquiera sigo dormido ¿Dónde estoy mientras escribo? Los papeles 
absorben la tinta caliente del otoño en la falsificación de las estaciones 


Fuera de la habitación duerme 
Dentro de la habitación viaja junto al viento 


HABITACIÓN Del latín habitare. De este día, “una manera reiterada de estar
solo” 


¿Hay que ir hasta el fuego de la tierra? No me pidas que dé un paso más, dejame quieto en este espacio mío donde la cascada cae como piedra sobre el rostro del mundo 


Fijate en el último cajón de lo que se pierde
Y si allí no está, bajo la cama, en el espacio donde se guardan las ojotas y los caramelos media hora 
Ella es escurridiza, ya sabemos, y suele salir de la habitación 
¿Vas a la cocina?, ¿entre los restos del desayuno?, ¿las alacenas vacías duermen?, ¿el tapón de goma sigue en la bacha? No se pudo ir entonces por las cañerías 
La puerta cerrada por fuera, en la esperanza de perder lo encontrado, para siempre más volver, se fue 


El buen hombre, enojado y solo en su habitación, espera aún los conejos del orgullo perdido 


Como cosa extraordinaria quisiera inundarte con esta historia 
que hace agua en mi boca con la esperanza de 


En el andén las cosas se ven distintas, la bicicleta apoyada al alambre tejido, en el calcáreo la sombra de una botella, los viejos bancos heridos por pasajeros amores, la lata partida sobre las piedras entre los rieles, la espera larga de un silencio inaudible 


Para eso trajimos el día, para que te enceguezca 
Ahora traeremos la noche, y para siempre será 


La mordaza ahoga la efervescencia de los gusanos 
Los ojos espinados en la clarividencia del destino 


El azul de la tierra no hace cielo
Tapan las palas los estertores del viento 
Arriba, polvo en el polvo, semilla del quién sabe 


Me gusta la noche que anida en tu mañana 
En el hoy de no verte tu sabor aun en la boca 
Besaste mi rodilla, no fue más que eso, un exabrupto, una delicada despedida 


Inicié mi caminata muy temprano hacia el río 
Caminé, crucé los jóvenes basurales, el cañaveral, el bosque de fresnos y ligustros, el asfalto irregular, la muralla destruida
Caminé, sobre las aguas descompuestas, en el atardecer, seguí caminando 


A orillas del río, hace horas intento divisar el barco 
Sé que cuando los pescadores duermen una mancha de aluminio 
se posará en las sucias aguas 
Ella anduvo por el cielo y el barco que de un momento a otro 
“¿Me reconocerás?” Espero a orillas del río 


En un par de días la sombra del mundo alcanzará la casa 
Puedo, aún, descansar, algunas horas, terminar de tapiar todas las ventanas 
Habitar el interior con velas, incienso   
Alcanzará la casa, en un par de días, la sombra del mundo 



III

No hay príncipes de los poetas; salvo mendigos polémicos y sublimes que desde la escasez del simbolismo corren como faunos entre las arboledas de una antigua ciudad similar a La Plata. Hay fotos esclarecedoras. Teteras y espejos. Faltó el oro. Pero están los mates, y las talitas con queso untable de jamón y parmesano. En el entretiempo, el Maestro iluminó la constelación de los perdidos en la mañana, y al oscurecer besó a la señorita que tiraba los dados y demás cosas. Ella nunca le pidió un soneto ni versos de circunstancia, simplemente sugirió su mudez ante tanto palabrerío bautismal. A no joder, dijo Mallarmé, que para eso está la lluvia


Una primavera abandoné en el río de los ojos de la mujer de mis sueños una botella llena de palabras. Deseo creer que sigue flotando en aguas dulces, que aún no llegó a la orilla de su corazón. ¿Cuántas primaveras más esperaré? ¿Cuántos otoños? ¿Cuántos silencios?


¿Qué sabemos de la noche?, ¿tirita, abriga? ¿Qué sabemos del día?, ¿aclara, niebla? ¿Qué sabemos de nosotros cuando en belleza y duelo, estamos en el sino de lo mojado y lo seco?, ¿río y nada? Entre noche, día y nosotros, ¿qué sabemos? 


El tortuoso tronco de sauce obstruye la vereda. Cada mañana, cuando salgo de casa, lo siento más seco, dando sombra a la zanja de los reptiles subterráneos. Hoy no salí, aún no salí. Desde la ventana abierta, el viento del jardín trae el runrún de una motosierra que parece cada vez más poderosa. No hay necesidad de ver a través de los orificios; cada rama que se despelleja es una palada donde el pozo de los sueños se agranda; hasta que el afuera calle, y se apisone suavemente la tierra, y se pase el rastrillo por única vez


Cuando llegue la hora de la ceniza (no) quiero que las esparzas al mar, (ni) en el río de la plata (en cualquier rincón de City Bell, en el jardín, cerquita de la Pacha y el Catulo, sus huesitos andan por ahí). Cuando llegue la hora (el reloj sigue detenido, pero ya le darán cuerda), no habrá pena por los libros del abandono, por apuntes y papeles sin imprimir, no importa, el cielo es azul en la inmensidad. Cuando llegue la hora, cuestión de cuerda nada más, nada importará, ni el borrador de una vida, ni el cielo, ni el mar

  
Los chicos orgánicos organizan eventos donde se privilegia, después de los chicos orgánicos, los best sellers. En el jardín de los deseos de Lorca pasando el cruce de las margaritas hay dos caminos. Uno en forma de estrella. El otro con lluvia de papel picado que siempre moja. Los turistas eligen el camino de retorno encandilados por las luces de la ciudad de las iguanas. Seguro, con la poesía no se hace ninguna revolución. Preso, sin poesía la revolución anida en una canasta desbordada de razones muertas en el acto de no nombrar


Es una linda canción. Y las canciones, hermosas como mujeres de ojos brillantes, nos hacen experimentar, adentrarnos en la vanguardia, oh dios, del amor. ¿So locovo? En un texto que se precie de lo que ya sabes, no puedes, tú, hablar de esas vaguedades anormales. Sé confuso. Sé, y no armes el arbolito. Otro día, ayer. Pero déjame volver a una linda canción, que podamos disfrutar junto a la vecindá. Popular, papá. ¿Me entendés, nené? ¿Cascallar? ¿La pura cáscara y el callar? Caracú de sol, pensá en la generosidá. Pensá, y amá, nene, dejá de pedir y pedir, y da dada, da, dada, por una única vez


Sí, la guitarra y el bajo y la cadencia. Noche de viento. Polvo y polvo, la densidad de la voz, viaja, por el cielo húmedo de sol. Y las estrellas chispan en la bíblica hogaza de papel crepé. No, la cadencia, el bajo y la guitarra. Sol húmedo en el cielo, calla, la voz pegajosa, polvo incrustado en la terca miel. El cuello se rompe en otra vuelta de tuerca. Y deja el sueño de ocurrir cuando la mujer danza bajo el agua


Se pegó un tótem susto, aunque quiso tomarlo con humor. Le pareció extraño encontrarme discutiendo con mi dedo índice. Le hablo, dije, especialmente en los ascensores sin espejos. Ahora se puso calladito. No le gustan los extraños. Una extraña, en este caso. Ajá, quiso distanciarse la secretaria, sería sensato apagar las estridencias, por lo menos dentro del consultorio. Luego hagan lo que quieran. Y se fue a otro lugar. Bueno, en todo caso se fue


Como un hombre callado en el sitio de fuerzas habladas de vientos y nueces de árboles nuevos. En ellos, las hojas, movedizas, recurrentes, no se caen y lloran como campanillas


Ella, la mora, la celeste, la atardecer, espera, un nudo de agua, sensibilidad de sí, en el apartado del otro, la desnudez del viento, lo descalzo de los pies en el pisar el adiós de un vuelvo todavía



*


ÍNDICE 
NOTAS EN LIBRETAS DE HULE NEGRO

I
Ella (06-08-12)

II
En una antología bilingüe (16.11.12)
Nadie lee (09-10-11)
Leo (20-11-12)
Onetti preguntó (12.04.12)
“Turquesa (21.11.12)
Transtromer, el pasajero (07.10.11)
La hora de Reynaldo (10-11-12)
Mario Trejo (24-05-12)
Pablo Odhe hablaba siempre (03-10-12)
Aunque la luna (20-05-12)
El invierno renació (07-12)
La nieve brilla (01-06-12)
En esa estrella (04-11-11)
Uma Thurman está loca (23-04-12)
Al despertar recordó (06-05-12)
Un día cuando la noche (13-05-12)
Cuando salen los pájaros (19-12-11)
Huir (26-04-12)
Con las manos atadas (11-04-12)
Una vida (10-04-12)
Ni un alma (08-12-12)
En un sentido estricto (19-04-12)
La besa (26-03-12)
La lluvia (09-04-12)
Ciega mujer de mis días (20-11-11)
Si ella se va (30-03-12)
Sí, la noche (13-04-12)
En la carambola (14-04-12)
Con las manos (11-04-12)
La nieve brilla (11-06-12)
Los chiquillos (15-03-12)
Y el oro negro (04-05-12)
¿Y si somos amigos (08-10-12)
Cuando el río llama (23-10-12)
Yo no dormí (31-10-12)
¿Dónde (06-06-12)
¿Qué herencia (06-12)
Necesito antes de irme (11-06-12)
¿Qué puedo darle (14-06-12)
El frío es (15-06-12)
La mordaza ahoga (04-11-12)
El azul de la tierra (04-12-12)
No te discuto (25-11-12)
Un día, sabés (30-11-12)
Se termina (25-12-12)
Nada se acerca (26-12-12)
Sale humo (29-12-12)
No entrás (29-12-12)
El ruido es ensordecedor (15-06-12)
Di tantas vueltas (06-12)
Hoy no desperté (06-12)
Fuera (14-08-12)
Habitación (06-12)
¿Hay que ir (03-08-12)
Fijate en el último cajón (08-12)
El buen hombre (25-10-12)
Como cosa extraordinaria (25-10-12)
En el andén las cosas (25-10-12)
Para eso (04-11-12)
La mordaza ahoga (04-11-12)
El azul de la tierra (04-11-12)
Me gusta la noche (10-11-12)
Inicié mi caminata (29-12-12)
A orillas del río (29-12-12)
En un par de días (30-12-12)

III
No hay príncipes de los poetas (18-10-11)
Una primavera (20-10-11)
¿Qué sabemos (23-03-12)
El tortuoso tronco (22-10-11)
Cuando llegue la hora (27-10-11)
Los chicos orgánicos (16-11-11)
Es una linda canción (08-12-11)
Sí, la guitarra y el bajo (13-12-11)
Se pegó un tótem susto (15-12-11)
Como un hombre (08-12)
Ella, la mora (20-10-12)

*

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