JOSÉ MARÍA PALLAORO / UNA MORA HORIZONTAL
City
Bell, 11.05.11 / 10.10.11
Para aquella que es
la imagen verdadera
La
imagen verdadera (11.05.11)
Las piernas heladas, y una melodía
que zumba, zumba, zumba. Nadie toca la tapa del cielo, una luna perdida. Un
maldito olor que sale de entre las piernas de un durazno dormido en la pileta
de la cocina. En la casa el estío se eterniza, es la hora de anclar. Pero el
espacio es limitado y hay una incesante negociación donde siempre se pierde.
Bingo. Zumba. Bingo. Zumba. Turbulento fluir del tiempo. Ramas cortadas,
afuera, secas y frías, como mis pies. Limpiar la estufa de cenizas, limpiar la
casa de camelias blancas, despejar el lugar para dar cabida al cielo del otoño.
Una manera de curarse, islas, donde lo que sana se desnuda, y se cubre y
protege de la lana ancha del agua. Zumba. Se activa el sonido. Zumba. El
obturador, zumba. Y al cerrar los ojos, la fotografía caracolea un camino, y a
lo lejos se ve la mora y un patio donde poder encontrarse.
Flujos
(17.05.11)
Velocidad de la muerte,
de tu
no-decir.
Nada benigno
rodeará el miedo
camuflado con
sonrisas de leche y viento.
La escéptica
noche
en el flujo
de tus ojos ciegos.
Lo tangible,
como ausencia abriga
el espesor
del frío.
Alimentos
(23.05.11)
En la noche, vals de sauce y álamos
y enamoradas de los muros como ojos de búho o de gato. La máquina con sus
destellos hace invisible la cajita vacía de yogurt. “Ando con las lamparitas
bajas”. Y no tenía la menor idea. Después, besé la piedra dentro de la canasta
con frutas secas y pensé no hay leche en la estufa hogar (la boca quemada se me
hizo agua y até un hilo en el dedo para no olvidar otro otoño sin vos).
Sontag
(24.05.11)
En el breve atardecer, la noche
desnace al hijo. La lluvia cae salpicando las naranjas que aún no pude juntar.
Hace frío en el galpón de los sueños, y a ella le agrada la fotografía perfecta
del amor. Su nombre vibra lejos, como el negro cigarrillo que seguro se consume
entre sus dedos. Hay un humo que se disipa junto al corte de luz involuntario.
A oscuras, cierra los ojos y, en el hueco que dejó mi corazón extirpado hace
más de seis años, ve nuestro atardecer mojado de jugos ilícitos.
Gutenberg
(25.05.11)
En la expresión de sus ojos se
refleja la mueca gris de todos estos años. Entre sus dientes percibe el
ronroneo de un correo electrónico que nunca termina de enviar. No son días de
pensamientos para libros fatigosos de poco más de ochenta páginas. El pensar,
¿alguna vez fue? En esa casa los mosaicos se mantuvieron fríos y sucios,
abandonados a la buena del viento que jamás meció matas de lirio. Estamos
solos; y el pensar, un mundo de otra galaxia.
Cosas,
1(25.05.11)
Tus ojos miran
Entre el
cielo y la tierra
Demasiadas
cosas
Esa,
única, tarde (03.06.11)
Del otro lado desciende el sol,
despacio, tibio. En el claroscuro del hogar, camina un aire íntimo a través de
las vacías ventanas. Este. Noroeste. El lenguaje huele a naranjas y moras y
voces que vendrán después. Hay un sentido. La joven, que mueve las manos en el
espesor de una balada interminable de Leonard Cohen, no sabe aún que su fuerza,
su belleza, respiran en sus ojos oscuros. La visita, para que no se congelen
los ríos, acomoda la espalda en el sillón inagotable de pañuelos y carpetas.
Bovary juega con una pelotita roja que una y otra vez derrota el viejo polvo de
los escaparates de lectura (hay una fotografía no revelada). La cita como respuesta,
el pensamiento de una felicidad que falta, intensa espera. Luego, el atardecer
donde la luna parecía apagarse perpetuamente. Que parecía, sí. Iluminada de
luna. Esa, única, tarde.
La
esquina del sol (05.06.11)
¿Has oído a Keith Jarrett alguna vez?
Así me siento, como al comienzo de la primera parte del concierto de Colonia,
el 24 de enero de 1975. Ya entenderás. Pero, ¿por qué no pensar que te acunaron
con esa melodía?
¿Había balcón
en tu departamento? Hace tanto tiempo que no sé. Ni de balcones, ni de flores,
ni de mates a la orilla de la esquina del sol.
Los días
pasan, muchísimos, y una cita sobre la que nada una pregunta sin decir se ahoga
en otro equivocado piano que poco sabe de improvisaciones.
Sin
mí (06.06.11)
Acobachado en la trifurca
del no nada
esperar
el frío hace
hueso
derrama cera
de extintas
velas
bebe viento
la bicicleta
en el alero
del primer
piso
hace mucho
hielo
en vasos
rotos
para estar
fuera
de tu corazón
que
no duerme
conmigo.
Tajos
(08.06.11)
Una fragancia violenta
cruzó la
frontera del país
de nuestros
cuerpos.
Calladita, se
metió entre
las sábanas,
y te susurró
a vos, y me
susurró a mí,
y el polvo se
abismó
dejando un
tajo sin fin,
sin fin.
Verde
y rojo (18.06.11)
Una manera de mirar el cielo es
cerrando los ojos; y dejar, dejarse, en el verde y rojo océano, en el árbol
enramado de sanguíneas vertientes, alocadas; y esperar, como un gato, un gato
recién alimentado, el fértil ronroneo de tus cabellos.
Acidia
(20.06.11)
Manejas el ardor, los ojos, toqueteando,
el silencio disimulado. Vacío de contenido, tratas, una y otra vez, derrumbar
lo que nunca se podrá.
Razones y
cuestiones desde tu propia acidia; la inmundicia acuna, y bebes. Leer la
verdad, leer en tus ojos la borra del café, y se enfría sobre la mesa, y
asquea.
Pez
diamante (21.06.11)
Camino descalzo sobre el fuego de
las almas que me han abandonado.
Y tengo los
pies fríos. Fríos, como el diamante indiferente de esas ánimas.
Un
final (25.06.11)
Temprano más que tarde escuchaba una
canción de Peter Hammill.
Ahora voy por la autopista La Plata – Buenos Aires, y la tarareo antes de
ingresar al primer peaje.
Mi inglés se quedó en los huesos de Benito Lynch, aunque conozco la piel por
haberla leído en algún número del Expreso o en un libro de letras de rock.
Es una bella historia.
Joni es profesora especializada en la poesía de William Carlos Williams y se le
está venciendo, así lo canta el generador de invenciones, la fecha para ser
mamá. Pasa el día corrigiendo cuadernos y carpetas, y en los ratos de la pura
bondad milita en una agrupación social de base.
Brian no quiere surfear en las buenas vibraciones de Wilson, y le encantaría
escribir poemas oscuros, misteriosos, conceptuales, como Nick Drake o Patti
Smith. El pelo no lo lleva largo como años atrás y aún conserva la esperanza de
ser un artista innovador y ecléctico. Lo vive intentando, siempre.
Pienso en la canción mientras trato de encontrar en algún bolsillo del vaquero
un billete chico para seguir con buenos aires hacia un final que me gustaría
fuese feliz.
Cosas,
2 (05.07.11)
Tus ojos miran
Entre el
cielo y la tierra
Escasas cosas
El
sano juicio (08.08.11)
Hemos crecido bajo el concepto de la
devoración del héroe. Las enciclopedias en ese momento y lugar pasaron de moda
y belleza. Comimos del carbón su quebradizo despojo, sembrados en pozos
construidos por nuestros padres. No vimos, ni participamos del inicio del
fuego. Las cenizas que quedaron, primigenias sustancias minerales, no se
detuvieron jamás y permitieron reconstruir la historia a nuestra manera, a
nuestro sano juicio.
Ningún
rocanrol (10.08.11)
Sin destino de entrar a la cancha,
corro por la
calle, y vuelvo a casa.
Con una gran
pena y el corazón partido.
Es hora de
tomar
la guitarra y
riffear en la tarde.
Tararear tan
lejos del
riachuelo
y de tus
lentes oscuros;
soy mendigo
del poema sin
caminos a mí.
Nena, ningún
rocanrol podrá
salvar este
día.
El siglo no
parió
ningún buen
rocanrol.
Oh, sí, una
inmensa
pena y los
lentes empañados
arden.
Anoche
(11.08.11)
Y soñé con vos
Y cuando
desperté
seguí soñando
En
la mecedora (12.08.11)
Los fantasmas del día irrumpen
en la casa de la que se está yendo. Revisan habitaciones, alacenas, escondrijos
de la que nunca vendrá. Se miran, preocupados y temerosos de la respiración
pasajera que cae sobre la alfombra como piedra de la mano. Luego, quedan solos,
en la sala adormecida, observando el balanceo de la mecedora de caoba, con
refuerzo lumbar y manchas de sangre, que poco a poco se va secando.
Eso
(23.08.11)
Ahora que ya no está, los ojos se
ponen tristes, y es mejor cerrarlos. Se puede llegar a creer que hay
transmisión de pensamientos; pero los ojos, completamente oscuros, siguen
tristes, y no somos perros ni forasteros del campo, y el sol desaparece y no
nutre idea nueva ninguna; ahora que ya no está como ese hermoso rubí que se
extravió, en la nada, en la nada.
Pasión,
lectura y discusión (26.08.11)
En el naufragio de la ceremonia de
los adictos se produce el fin de la saladita.
Puncha los
ojos en la discusión de los oídos ciegos; y se pierde en ácidos besos el
equilibrio.
Una vez en el
suelo, el ruiseñor se hace noche. Desaparece el cansancio, alejado de todo
saber.
De
las palabras (29.08.11)
Como palabras muertas, donde el
oscuro día se refleje. Palabras, muertas, como vapor que se disipa en cualquier
rincón del mundo, como hombre de hielo disolviéndose bajo el caduco sol.
Límites
(31.08.11)
En la vieja estación, a la
hora de la bruma, pasa la soledad; va, solita, sin brisa, viento ni
tempestades, hacia los cuatro extremos del mundo. Los sueños descansan en
regresos y puntos de partida. Quietos y sueltos en su larga noche.
El
poema del sol (02.09.11)
Hay otras explicaciones. Construir
un sol, mirando el universo de los otros. Los niños del bien se recrean en
campos asfaltados. Los niños, los simples niños, escriben el poema del sol en
un universo de tierra, viento y luz, luz de la que aún no sabemos si está encendiéndose
o apagándose.
El
amor no está en Roma (20.09.11)
Está en cualquier ciudad del mundo.
En donde los relojes no dan la hora exacta (la rota mirada de los ciegos
hacedores de bibliotecas vacías). El amor nada en Roma como manchados azulejos
en los baños de las estaciones de servicio. No, el amor no sabe de ciudades al
revés, ni tiene el dinero suficiente para recorrer los bares y los cafés y
patios literarios. Nada sabe el revés de la ciudad acerca del amor y la trama
sigue echada como un perro muerto que se hace.
Nueva
Roma (20.09.11)
Estruja el papel y lo arroja al río.
A la deriva, flota.
Bosteza en el
día y se estira y se hace barquito.
Cruza el
camino trazado por la natural corriente esencial de cualquier vivir.
Llega al mar.
Deja la ciudad de los eternos vagabundeos de viejos y pálidos estilos para
ingresar de una buena vez en los ojos del otro, de los otros (que aún no se
animan a viajar a Roma).
La
herida (22.09.11)
La verdad es que no sé qué estaba
haciendo en París. Lo único que recuerdo es que caminaba herido, y caminaba,
caminaba… Un tren y catorce horas ya me alejaban de Roma. Y ahora en París,
¿puede haber algo más desagradable que la torre de Montparnasse?; y allí estoy,
sangrando, en un piso cualquiera y sin una cámara en la mano. Y sin tus ojos
que siempre miran por mí.
Panadero
del aire (23.09.11)
Sueño y vuelo
con las
palabras
del día.
Piedras
(25.09.11)
Nada se puede quebrar. Las
alas del pájaro moribundo en un rincón del jardín es la piedra del sacrificio
que cayó de tus manos. ¿Volará esa piedra? ¿Golpeará la ventana de la
habitación? ¿Dormirá entre las sábanas descompuestas de aquel extraño
atardecer? La piedra-pájaro se quedará, quieta. Inútil cerrar los ojos
imaginándola en la humedad de un trapecio que es solo memoria.
Canción
clara (26.09.11)
Desde la edad de piedra y adoquines
y cuartos vacíos de noches y olores, ando por la calle con un puñal a la
cintura. Antes lo tenía apretando tu cuello del lado sin filo, y vos te reías,
te reías y me gritabas dale, dale, dale. Los sin filo son los más peligrosos, y
lo dejaba caer de punta al suelo de tierra. Lo recogías, ofuscada, y entonces
lo veía chispear en tus ojos oscuros. Cerraba los míos y cuando los abría ya no
estabas, salvo el puñal que escondía entre mis ropas. Después caminaba hacia tu
otro mundo, sabiendo que nadie te escribirá una canción clara, evangélica y
rosarina.
Islas
(01.10.11)
Son las siete y media de la tarde y
está por amanecer. Hay un vago zumbido de pájaros y los murciélagos salen de
los rollos de las ventanas. Nada de lo que es, es lo que parece. Entramos en
octubre como se entra a una cueva cavada a fuego en el hielo. Caminamos casi
desnudos por la calle de los fresnos amarillos, el frío calcina y nos hace
toser y apresurar el paso hacia el bar que ya está levantando las cortinas.
Saludamos al dueño con un buenas noches, dispuestos a saborear el desayuno y la
lectura de los diarios de mañana, sin más deseos que sembrar.
69
El deseo también es la realidad
(07.10.11)
Llueve. El patio de la morocha
golpea las chapas del galpón que guarda extraños papeles. Pocos saben de las
palabras que acompañan las hojas de tamaños y colores di-versos, difíciles. Ahí
está la clave, dice Gerry Mulligan, soplando un sonido ligero como galgo.
Llueve,
mucho, torrencial de vos, y el sol sigue, distraído, como la morocha que mira
el patio y las flores y un mar que brilla lejos.
Desnudos
(10.10.11)
En el último día, unas horas antes
de la partida, la mujer de zapatos rojos se los saca y los arroja a la pileta
de aguas verdes y ramas y sapos gordos que flotan como náufragos. Vivió años en
esa casa, tantos que ni recuerda la mañana en que la moralidad en el arte y
otras ruborizaciones de temor similar parecía ser de otros, y ella, como una
divinidad de un cielo imperfecto, caminaba descalza por el parque, sola, ante
la mirada de los más curiosos, ante el corazón de los que no se animaron a
desnudarse en la vida.
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