ANTOLOGÍA BREVE
Homoludens ediciones artesanales, 2016
Selección de León Peredo y Paz Bongiovanni
Ilustraciones de Sergio “Cho Cho” Santini
De: “Bonus”.
Laberinto
No hay laberintos por elevación. Escribir
es la única salida.
Mis poetas favoritos
Una tarde, en la cama, me preguntaste cuáles eran mis poetas favoritos. Me
quedé pensando, un instante largo. Luego, miré nuestros cuerpos, mi pecho
pegado a tu espalda, te abracé, besé tu cuello, y te fui diciendo mis poetas favoritos,
te los decía al oído, muy suave te los decía, “ayudame” te pedí, y pasaste tu
mano por entre mis piernas, y me moví, despacio me moví, los dos curiosos,
suspirando y jadeando, por mis poetas favoritos, hasta inundar la tarde con sus
versos, y los nuestros que se escribían en ese atardecer, ahora.
La palabra
Cuando suponía que tenía hambre, mi padre
me daba de comer. Aunque no siempre. Aun así lo esperaba ansioso, se acercaba
hasta el borde de la pared, miraba hacia donde su intuición le indicaba
encontrarme, y luego de su fracaso, se iba. Pero antes, hacía el simulacro de
alimentarme. Mi padre tenía esas cosas, y otras curiosidades. El día de lluvia,
o de las prolijas lloviznas, envuelto en un pedazo de lona, llegaba, con su
gorra marrón empapada, y juntando los labios y haciendo un chirrido parecido al
de algunos de esos animales pequeños, me llamaba. Yo no salía, por temor,
aunque sabía que al otro sol o al otro, sería castigado. Él tenía esas cosas,
extrañas. Lo extraño surgió de una conversación acercada por el viento. De esa
noche conozco la palabra sin
comprender del todo su significado. Un día mi padre no apareció. Fue
reemplazado, y no fue lo mismo. Aún extraño esos días de lluvia. Aún extraño la
melaza del viento.
*
De: “El flautista de
City Bell” (2009-2013), 2015.
Animales
¿Han visto tendido en el jardín a algún
animal llorar sus pecados? Veo el inundar de sus ojos en la gramilla
acristalada. Una mujer queriéndolo alimentar con sopa de verduritas y especias.
El pecado no es original, una copia inédita de madera de cajón de manzana.
Durmió entre las paredes y creció hasta hacerse encima del pis y del olvido de
una insistencia que nunca cumple sus promesas. Y ahí está el pobre. ¿Lo han
visto? Cierren los ojos, imaginen un espejo.
Calles
Las calles suelen terminar. Un amigo
dice que en bares, otro en una casa de intermitente luz roja, un tercero en un
tala que viene de la infancia. Convengamos que los lugares donde las calles
terminan pueden ser infinitos, o casi. A la sombra del paraíso estiro las
piernas y sofocado tomo el áspero y putrefacto aire que pareciera llegar del norte,
trato de darme impulso, y seguir caminando, al sur.
El comensal festeja con amigos
Aquí yace
una lápida
vacía.
Gusanos
Yo estaba arando, ahí, enfrente de la
calle; y los de allá mataban y repartían la carne. A eso de las cinco de la
tarde pasa el carnicero, y recuerdo que la colgué en un poste. Faltaba poco
para dejar de arar. En una de esas miro para todos los costados y no estaba la
carne. Y la Mama esperaba. Y lo veo al Gusano, un perro que teníamos, y veo la
carne. Los dos juntos, encarnados. Agarré el hacha y de canto le pegué un golpe
que lo dejé tirado para siempre. Giro así con el arado, y lo tapé con tierra.
Esa noche, preocupada, tal vez, por si me aceptaban o no en la Academia, no
dijo nada. Pero a la noche siguiente preguntó: ¿Qué habrá pasado con el
Gusanito que no lo vi en todo el día? ¿Dónde estará? Y yo, en mí adentro (yo en
ese tiempo era medio cruel), decía: Y… desapareció, como una mariposa.
Haití
Pronto acabará el sufrimiento. Es el
vaticinio con el que nos obsequian los testigos de dios. ¿Ninguno de nosotros
sobrevivirá? ¿Dejaremos, por fin, de sentir la podredumbre de nuestros cuerpos?
Yo sé que es cierto, que así será, que somos los maldecidos de los hacedores de
la tierra. La vida ama a los ricos de toda ajena riqueza. El hogar, una fosa
común.
José María
Mi abuelo perdió una pierna. Luego, la
otra. En honor a él llevo su nombre. En honor a él camino por este pueblo que
lo cobijó como si fuese el suyo. Algunos piensan que soy sus piernas; otros,
imaginan una silla de ruedas en el rincón más oscuro de mi habitación.
La caverna
La ciudad de la sensatez. La ciudad del
sentido común. La ciudad de la belleza. Así la llamaban gran parte de sus
habitantes (otros, muy pocos, ombligueaban complacientes el ni de la
apariencia). No eran necesarios, entonces, psiquiátricos y hospitales, y los
borraron con topadoras y máquinas de extrañas siglas. Dejaron solo algunos
escombros en sitios estratégicos y los pintaron del color del sol.
La palabra escrita
En el peligro de este mundo, en la maraña
más oscura, en los labios incansables, abres tus piernas y me devoras.
La sala
Entre tanto despojo, un potus.
Margaritas
Estamos en la cocina. Mira viejas fotos y
sonríe. Le convido un mate y cariñosamente dice que después, que ahora está
caminando por calles reconocidas. Tomo el mate que le convidara y sigo leyendo
el libro que dejé sobre la mesa. Es un libro de poemas de un amigo de Buenos
Aires. Tiene un nombre de mujer el libro de mi amigo. Pero no es el tuyo, le
escucho decir. No, no es tu nombre que se repite una y otra vez. Tendré que
deshojar la margarita como ella deshoja las fotos que sacamos hace apenas un
rato de una caja de zapatos.
Matracas
Algunos poetas beben el vino de la
abundancia. Su origen nada importa. Adoran la pestilencia del mercado. Hacen
del mundo su hogar y le dan vueltas y vueltas… La existencia del ser es un
territorio dramático de donde aferrarse y lo sufren para las cámaras. Usan la
máscara adecuada para cada situación que lo amerite. Descreen de la política.
De la historia. De la filosofía. De su país. Del pensar que no sea “el pensar”.
Nada saben del saber. Son eso, hacedores de hojalatas y mascarillas. Poetas
matracas, hacen un carnaval de sus pedos. Existenciales y profundos.
Poetas de provincia
Hay que romper la telaraña, hasta
pagaría una edición impresa, negra, bien maldita y a todo lujo. Necesito creer
que la mayoría de los antologados estará de acuerdo. Un batacazo, eso sería.
Terminaríamos con el ninguneo y alegraríamos a más de un corazón, y alguno que
otro “bum-bum-lalalala”. Tal vez, incluso, concluya esta modorra provincial que
tanto bostezo nos deparó. Una mirada historiográfica nos da la razón, que como
todos sabemos no siempre abunda.
Tos
El humo sube la escalera y nos atrapa en
los peldaños del final. Cerramos los ojos y tapamos nuestras bocas. Tosemos
palabras que en otra circunstancia no pronunciaríamos.
Una hermosa vida
Me metí en el sueño de mi perro. Lo vengo
haciendo desde antes que los árboles se acolcharan de sombras. Vi bolsas de
Eukanuba. Caricias a la mañana y al atardecer. Una pelota de tenis que busca y
trae algunos fines de semana. Un gato en zapatillas deportivas que siempre
escapa por la medianera de las enamoradas. Inmensas y terrestres siestas al sol
con pajaritos a sus anchas y a sus patas. Una hermosa vida de perro. Y no quise
salir, pensando que sus sueños eran mejores que los míos.
Aprendizaje
Cuando el Maestro cerró los ojos,
el discípulo
quedó ciego.
*
De: “Cantar a
tientas”, 2014.
Tomé el catalejo para saber…
Tomé el catalejo para saber qué ocurría
En la otra orilla alcancé a divisar a Li Po
que levantaba su copa de vino
y bailando / como un ebrio / nos saludaba
se lo veía feliz y yo era feliz y la felicidad
un lugar común
tan común que nos pertenecía a todos
City Bell, 1985
Cantar a tientas
Hace una cantidad de años
se solía dejar ciegos a los canarios
para lograr en su canto
mayor belleza
–actitud típicamente humana
como cortar lenguas
cercenar gargantas–
Hoy las cosas no han mejorado
y los pájaros que aún sobreviven
cantan
a tientas
todo el tiempo
con señas desesperadas
City Bell, 07/1999
La enredadera
Las rejas desaparecen
Es indudable que ese jazmín crece
para recordarnos
que la belleza es
aún posible
Dentro de pocos días
sus flores perfumarán
la intimidad de esta habitación
donde consumo mis horas
en busca de un tesoro que no encuentro
y que no sé si existe
City Bell, 17/02/2002
*
De: “Mundo despierto
1. Antología de taller”, 2014.
Lunas
La luna, la de esta noche, no se parece en
nada a la palabra “luna”. Es una luz al alcance de la mano si estamos sin
anteojos o lejos de la palabra que la nombra.
Miro la luna ¿para decirte?
Escribo “luna” ¿para encontrarte?
Ni lo uno ni lo otro, solo ausencia de vos
en los ojos y en las manos.
Otro idioma
Al entrar, bajo el hechizo de una inmensa
luna, recordé además: “Nunca supe otro idioma que no fuera el de tus besos bajo
la alfombra”.
Manos frías
¿Qué
se debe hacer en una tarde de lluvia? ¿Esperar? No deseo caer en la trampa del
mañana.
En el ayer, mis dedos estaban fríos.
Decías eso, entre versos de Idea y Alejandra. “Tus manos están frías”.
¿Qué otra cosa es la soledad?
Como arriba abajo
Como si la nada del todo en el subir y
bajar
moviesen el
mundo otro y nuestro.
Arriba, los árboles nutren sus raíces y
golpean, y
golpean.
Abajo, la copa de vino derrama en el se va
y humedece la
noche del venir,
descansa
viento de quedarse.
El desierto
Otro aire, nuevo, libera el miedo y la
rutina, las ligaduras de la diversidad.
Solos, en el ahora de las palabras, uno de
los dos –no importa quién– trae el mar para mojar los cuerpos y cruzar el
desierto.
City
Bell, marzo de 2012.
*
De: “Una piedra
haciendo patito” (2008-2011), 2013.
La mañana común
Falsos poetas del mirar.
El pasado como ilusión
de lo que se quiso ver
en la ficción del vivir.
Notas al pie
que se descalza
y talca
la beatitud
de la mañana común.
Presente pisado
Quiso robar
palabras
al futuro
y quedó preso
de su pasado.
Carrusel
En el país de los justos,
el pecador es
más feliz.
Gente de futuro
El muerto habla
y los idiotas
escuchan
la voz del
futuro.
Breve
El niño tira los dados.
Ya es un
hombre
dentro de un
cajón.
La rosa que oscurece
La rosa oscurece el pecho del perro
muerto. Llueve y el niño duerme
sin fantasmas de lo que vendrá.
Las moscas vomitan en la fugaz
iluminación. El reloj yace inerte.
Como la flor. Como un niño.
Guerra y paz
Cuando entro a tu casa
dejo mis armas
en el pasillo,
y descalzo
subo la escalera,
para hacer la guerra,
para lograr la paz.
Basuritas
"Nada de pensamientos"
dice la muchacha de falda liviana
que cierra y abre las piernas
como si fuesen ojos
molestos por una basurita.
Otros mundos, en éste
Aunque mis días de mal humor
se parezcan a
mis días
de buen
humor,
bajo la viva
luz
de tus
ligeros pechos
cambia el
mundo.
Ojosoles
Tapar el sol con tus ojos
es posible,
es verdad.
Nadia
Entre lo todo y el todo
estás vos.
Estás vos.
Pensar no pensar
La soledad
Es pensar
no estás
o estás
como pozo
como vacío
y no pensar
más.
No pensar
No.
Maderas y piedras
No sabemos qué hacer
con las
maderas y las piedras.
Y quedamos en
lugares distintos,
en cualquier
lugar.
Una ensalada
en el sentido
no vegetal,
en el sentido
de la confusión.
No des
crédito a todo
lo que te
digan.
La búsqueda
es no encontrar.
*
De: “Una medida
adecuada a todo” (2009-2011), octubre 2012.
El muro
Todos los días y todas las noches
abro los ojos
con la
esperanza de ver
el dorado
rostro amanecido.
Pero el muro
sigue allí.
El muro sigue
allí.
Alumbre
El lado oscuro del espejo: un fósforo
a punto de
encenderse.
Picados por la curiosidad
¿La sensibilidad del otro
nos parte en
dos,
nos hace uno?
Y entonces
ocurre
lo
excepcional,
lo no
previsible.
Tus dedos
acariciando
los míos.
Me desgajo de vos
y crezco
con una
claridad
insospechada.
Por el motivo que sea
Clara
es tan clara
que no
necesita
soles
para
embellecer
los días.
Eso sí:
cuando cierra
sus ojos
todo hace
agua
y lo que vale
la pena
se ahoga.
Poesía pura
Después de la ducha
el vate cuelga
de la percha
la bata
húmeda, blanca,
y seco va,
aún desnudo,
hacia el escritorio
a trabajar
libre
de impurezas.
La utopía se nombra
El joven escuchó
a Antonio
Gamoneda
recomendar
a tres poetas
que bajo el
poncho
se las traen
o trajeron.
Diego Jesús
Jiménez
(Madrid,
1942-2009),
Manuel
Álvarez Ortega
(Córdoba,
1923)
y Enrique
Falcón
(Valencia,
1968).
“Por la
santísima trinidad
si tengo la
más puta idea
de quiénes
son”,
dice en tono
de preocupación sincera.
Un poema zen
Nada estalla de las manos
del solitario
que escribe su poema
sin pájaros
del deseo.
La muda
“Estoy bien
pasa que no
tengo
palabras”,
dijo la muda
y se puso a
cantar,
a cantar.
No puedo cantar
Bueno, volveré a casa, hace ya demasiado
tiempo que no
escucho el gemir del álamo,
volveré,
estuve ciego, volveré, estuve sordo;
volveré a
casa, ese es mi deseo, volveré
a usar mis
manos en el jardín, limpiaré
los rincones;
hola John, hola George, sonará
otra vez la
música de días mejores, hola
Raymond, hola
Joaquín, hola Edgar, hola fantasmas
de mi
corazón, volveré, volveré a ustedes. Ey,
adiós amigos,
he estado demasiado tiempo
buscando lo
que no existía, yendo hacia
lugares donde
no me esperaban, bueno,
estaré
pronto, allí estaré, allí, bailaremos
los dos en el
río amarillo, como ayer
bailaremos y
nos pondremos rojos
de dicha, con
vos, la dicha de estar con vos,
allí, en mi
lugar, y papeles y papeles y viento,
volveré
lugar, volveré hogar, estuve tan mal
afuera,
quiero, sí, quiero un poco más de luz,
volveré,
amor, volveré, estuve perdido demasiado tiempo.
*
De: “Una mora
horizontal”, septiembre 2012.
La imagen verdadera (11.05.11)
Las piernas heladas, y una melodía que
zumba, zumba, zumba. Nadie toca la tapa del cielo, una luna perdida. Un maldito
olor que sale de entre las piernas de un durazno dormido en la pileta de la
cocina. En la casa el estío se eterniza, es la hora de anclar. Pero el espacio
es limitado y hay una incesante negociación donde siempre se pierde. Bingo.
Zumba. Bingo. Zumba. Turbulento fluir del tiempo. Ramas cortadas, afuera, secas
y frías, como mis pies. Limpiar la estufa de cenizas, limpiar la casa de
camelias blancas, despejar el lugar para dar cabida al cielo del otoño. Una
manera de curarse, islas, donde lo que sana se desnuda, y se cubre y protege de
la lana ancha del agua. Zumba. Se activa el sonido. Zumba. El obturador, zumba.
Y al cerrar los ojos, la fotografía caracolea un camino, y a lo lejos se ve la
mora y un patio donde poder encontrarse.
Sontag (24.05.11)
En el breve atardecer, la noche desnace al
hijo. La lluvia cae salpicando las naranjas que aún no pude juntar. Hace frío
en el galpón de los sueños, y a ella le agrada la fotografía perfecta del amor.
Su nombre vibra lejos, como el negro cigarrillo que seguro se consume entre sus
dedos. Hay un humo que se disipa junto al corte de luz involuntario. A oscuras,
cierra los ojos y, en el hueco que dejó mi corazón extirpado hace más de seis
años, ve nuestro atardecer mojado de jugos ilícitos.
Gutenberg (25.05.11)
En la expresión de sus ojos se refleja la
mueca gris de todos estos años. Entre sus dientes percibe el ronroneo de un
correo electrónico que nunca termina de enviar. No son días de pensamientos
para libros fatigosos de poco más de ochenta páginas. El pensar, ¿alguna vez
fue? En esa casa los mosaicos se mantuvieron fríos y sucios, abandonados a la
buena del viento que jamás meció matas de lirio. Estamos solos; y el pensar, un
mundo de otra galaxia.
Pez diamante (21.06.11)
Camino descalzo sobre el fuego de las
almas que me han abandonado.
Y tengo los
pies fríos. Fríos, como el diamante indiferente de esas ánimas.
El sano juicio (08.08.11)
Hemos crecido bajo el concepto de la
devoración del héroe. Las enciclopedias en ese momento y lugar pasaron de moda
y belleza. Comimos del carbón su quebradizo despojo, sembrados en pozos
construidos por nuestros padres. No vimos, ni participamos del inicio del
fuego. Las cenizas que quedaron, primigenias sustancias minerales, no se
detuvieron jamás y permitieron reconstruir la historia a nuestra manera, a
nuestro sano juicio.
Anoche (11.08.11)
Y soñé con vos.
Y cuando
desperté
seguí
soñando.
En la mecedora (12.08.11)
Los fantasmas del día irrumpen en la
casa de la que se está yendo. Revisan habitaciones, alacenas, escondrijos de la
que nunca vendrá. Se miran, preocupados y temerosos de la respiración pasajera
que cae sobre la alfombra como piedra de la mano. Luego, quedan solos, en la
sala adormecida, observando el balanceo de la mecedora de caoba, con refuerzo
lumbar y manchas de sangre, que poco a poco se va secando.
Límites (31.08.11)
En la vieja estación, a la hora de
la bruma, pasa la soledad; va, solita, sin brisa, viento ni tempestades, hacia
los cuatro extremos del mundo. Los sueños descansan en regresos y puntos de
partida. Quietos y sueltos en su larga noche.
El poema del sol (02.09.11)
Hay
otras explicaciones. Construir un sol, mirando el universo de los otros. Los
niños del bien se recrean en campos asfaltados. Los niños, los simples niños,
escriben el poema del sol en un universo de tierra, viento y luz, luz de la que
aún no sabemos si está encendiéndose o apagándose.
El amor no está en Roma (20.09.11)
Está en cualquier ciudad del mundo. En
donde los relojes no dan la hora exacta (la rota mirada de los ciegos hacedores
de bibliotecas vacías). El amor nada en Roma como manchados azulejos en los
baños de las estaciones de servicio. No, el amor no sabe de ciudades al revés,
ni tiene el dinero suficiente para recorrer los bares y los cafés y patios
literarios. Nada sabe el revés de la ciudad acerca del amor y la trama sigue echada
como un perro muerto que se hace.
Nueva Roma (20.09.11)
Estruja el papel y lo arroja al río. A la
deriva, flota.
Bosteza en el
día y se estira y se hace barquito.
Cruza el
camino trazado por la natural corriente esencial de cualquier vivir.
Llega al mar.
Deja la ciudad de los eternos vagabundeos de viejos y pálidos estilos para
ingresar de una buena vez en los ojos del otro, de los otros (que aún no se
animan a viajar a Roma).
La herida (22.09.11)
La verdad es que no sé qué estaba haciendo
en París. Lo único que recuerdo es que caminaba herido, y caminaba, caminaba…
Un tren y catorce horas ya me alejaban de Roma. Y ahora en París, ¿puede haber
algo más desagradable que la torre de Montparnasse?; y allí estoy, sangrando,
en un piso cualquiera y sin una cámara en la mano. Y sin tus ojos que siempre
miran por mí.
Piedras (25.09.11)
Nada se puede quebrar. Las alas del
pájaro moribundo en un rincón del jardín es la piedra del sacrificio que cayó
de tus manos. ¿Volará esa piedra? ¿Golpeará la ventana de la habitación?
¿Dormirá entre las sábanas descompuestas de aquel extraño atardecer? La
piedra-pájaro se quedará, quieta. Inútil cerrar los ojos imaginándola en la
humedad de un trapecio que es solo memoria.
Islas (01.10.11)
Son las siete y media de la tarde y está
por amanecer. Hay un vago zumbido de pájaros y los murciélagos salen de los
rollos de las ventanas. Nada de lo que es, es lo que parece. Entramos en
octubre como se entra a una cueva cavada a fuego en el hielo. Caminamos casi
desnudos por la calle de los fresnos amarillos, el frío calcina y nos hace
toser y apresurar el paso hacia el bar que ya está levantando las cortinas.
Saludamos al dueño con un buenas noches, dispuestos a saborear el desayuno y la
lectura de los diarios de mañana, sin más deseos que sembrar.
Desnudos (10.10.11)
En el último día, unas horas antes de la
partida, la mujer de zapatos rojos se los saca y los arroja a la pileta de
aguas verdes y ramas y sapos gordos que flotan como náufragos. Vivió años en
esa casa, tantos que ni recuerda la mañana en que la moralidad en el arte y
otras ruborizaciones de temor similar parecía ser de otros, y ella, como una
divinidad de un cielo imperfecto, caminaba descalza por el parque, sola, ante
la mirada de los más curiosos, ante el corazón de los que no se animaron a
desnudarse en la vida.
*
De: “Setenta y 4”,
2011.
City Bell, 1973
Las ventanas nunca se cerraban. No
existían rejas ni mosquiteros, y los gatos entraban y salían a su antojo. Las
ventanas eran las puertas de animales que no asesinaban.
Rock del país
Dicen de la
estrella federal
Debe estar húmeda
No al sol
Pero colmada
de luz
Pronóstico
Jueves
16 de
septiembre de 1976
Para hoy
en el país y
alrededores
leve descenso
de la
temperatura
En La Plata
ascenso
de la
mortalidad
estudiantil
La complejidad del mundo
La otra tarde observé a un pájaro que
trataba de romper un pedazo de pan duro con su pico. El pájaro parecía estar
ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. Sólo era él y un pedazo de pan.
En
libreta de hule. Lunes 15 de abril de 2002, 13 hs.
Rosebud
La salida del infierno
deja llagas
por siempre
Ceniza
de pimpollo
de rosa
en el fuego
del atardecer
Metrópolis
Un moderno
sistema de
castas
Pegarles
a esos
cabecitas
en la cara
como
estrategia
principal
y que caigan
al piso
y patearlos
hasta que no
quede
más que una
masa amorfa
Una bolita
Un no nacido
No hay comentarios.:
Publicar un comentario