viernes, 3 de septiembre de 2021

Antología breve


ANTOLOGÍA BREVE

Homoludens ediciones artesanales, 2016

Selección de León Peredo y Paz Bongiovanni 

Ilustraciones de Sergio “Cho Cho” Santini 



 

De: “Bonus”.

 

     Laberinto

 

     No hay laberintos por elevación. Escribir es la única salida.

 

 

     Mis poetas favoritos

 

     Una tarde, en la cama, me preguntaste cuáles eran mis poetas favoritos. Me quedé pensando, un instante largo. Luego, miré nuestros cuerpos, mi pecho pegado a tu espalda, te abracé, besé tu cuello, y te fui diciendo mis poetas favoritos, te los decía al oído, muy suave te los decía, “ayudame” te pedí, y pasaste tu mano por entre mis piernas, y me moví, despacio me moví, los dos curiosos, suspirando y jadeando, por mis poetas favoritos, hasta inundar la tarde con sus versos, y los nuestros que se escribían en ese atardecer, ahora.

 

 

     La palabra

 

     Cuando suponía que tenía hambre, mi padre me daba de comer. Aunque no siempre. Aun así lo esperaba ansioso, se acercaba hasta el borde de la pared, miraba hacia donde su intuición le indicaba encontrarme, y luego de su fracaso, se iba. Pero antes, hacía el simulacro de alimentarme. Mi padre tenía esas cosas, y otras curiosidades. El día de lluvia, o de las prolijas lloviznas, envuelto en un pedazo de lona, llegaba, con su gorra marrón empapada, y juntando los labios y haciendo un chirrido parecido al de algunos de esos animales pequeños, me llamaba. Yo no salía, por temor, aunque sabía que al otro sol o al otro, sería castigado. Él tenía esas cosas, extrañas. Lo extraño surgió de una conversación acercada por el viento. De esa noche conozco la palabra sin comprender del todo su significado. Un día mi padre no apareció. Fue reemplazado, y no fue lo mismo. Aún extraño esos días de lluvia. Aún extraño la melaza del viento.

 

*

De: “El flautista de City Bell” (2009-2013), 2015.

 

     Animales

 

     ¿Han visto tendido en el jardín a algún animal llorar sus pecados? Veo el inundar de sus ojos en la gramilla acristalada. Una mujer queriéndolo alimentar con sopa de verduritas y especias. El pecado no es original, una copia inédita de madera de cajón de manzana. Durmió entre las paredes y creció hasta hacerse encima del pis y del olvido de una insistencia que nunca cumple sus promesas. Y ahí está el pobre. ¿Lo han visto? Cierren los ojos, imaginen un espejo.

 

 

     Calles

     Las calles suelen terminar. Un amigo dice que en bares, otro en una casa de intermitente luz roja, un tercero en un tala que viene de la infancia. Convengamos que los lugares donde las calles terminan pueden ser infinitos, o casi. A la sombra del paraíso estiro las piernas y sofocado tomo el áspero y putrefacto aire que pareciera llegar del norte, trato de darme impulso, y seguir caminando, al sur.

 

 

     El comensal festeja con amigos

 

     Aquí yace

una lápida

vacía.

 

 

     Gusanos

 

     Yo estaba arando, ahí, enfrente de la calle; y los de allá mataban y repartían la carne. A eso de las cinco de la tarde pasa el carnicero, y recuerdo que la colgué en un poste. Faltaba poco para dejar de arar. En una de esas miro para todos los costados y no estaba la carne. Y la Mama esperaba. Y lo veo al Gusano, un perro que teníamos, y veo la carne. Los dos juntos, encarnados. Agarré el hacha y de canto le pegué un golpe que lo dejé tirado para siempre. Giro así con el arado, y lo tapé con tierra. Esa noche, preocupada, tal vez, por si me aceptaban o no en la Academia, no dijo nada. Pero a la noche siguiente preguntó: ¿Qué habrá pasado con el Gusanito que no lo vi en todo el día? ¿Dónde estará? Y yo, en mí adentro (yo en ese tiempo era medio cruel), decía: Y… desapareció, como una mariposa.

 

 

     Haití

     Pronto acabará el sufrimiento. Es el vaticinio con el que nos obsequian los testigos de dios. ¿Ninguno de nosotros sobrevivirá? ¿Dejaremos, por fin, de sentir la podredumbre de nuestros cuerpos? Yo sé que es cierto, que así será, que somos los maldecidos de los hacedores de la tierra. La vida ama a los ricos de toda ajena riqueza. El hogar, una fosa común.

 

 

     José María

 

     Mi abuelo perdió una pierna. Luego, la otra. En honor a él llevo su nombre. En honor a él camino por este pueblo que lo cobijó como si fuese el suyo. Algunos piensan que soy sus piernas; otros, imaginan una silla de ruedas en el rincón más oscuro de mi habitación.

 

 

     La caverna

 

     La ciudad de la sensatez. La ciudad del sentido común. La ciudad de la belleza. Así la llamaban gran parte de sus habitantes (otros, muy pocos, ombligueaban complacientes el ni de la apariencia). No eran necesarios, entonces, psiquiátricos y hospitales, y los borraron con topadoras y máquinas de extrañas siglas. Dejaron solo algunos escombros en sitios estratégicos y los pintaron del color del sol.

 

 

     La palabra escrita

 

     En el peligro de este mundo, en la maraña más oscura, en los labios incansables, abres tus piernas y me devoras.

 

 

     La sala

 

     Entre tanto despojo, un potus.

 

 

     Margaritas

 

     Estamos en la cocina. Mira viejas fotos y sonríe. Le convido un mate y cariñosamente dice que después, que ahora está caminando por calles reconocidas. Tomo el mate que le convidara y sigo leyendo el libro que dejé sobre la mesa. Es un libro de poemas de un amigo de Buenos Aires. Tiene un nombre de mujer el libro de mi amigo. Pero no es el tuyo, le escucho decir. No, no es tu nombre que se repite una y otra vez. Tendré que deshojar la margarita como ella deshoja las fotos que sacamos hace apenas un rato de una caja de zapatos.

 

 

     Matracas

 

     Algunos poetas beben el vino de la abundancia. Su origen nada importa. Adoran la pestilencia del mercado. Hacen del mundo su hogar y le dan vueltas y vueltas… La existencia del ser es un territorio dramático de donde aferrarse y lo sufren para las cámaras. Usan la máscara adecuada para cada situación que lo amerite. Descreen de la política. De la historia. De la filosofía. De su país. Del pensar que no sea “el pensar”. Nada saben del saber. Son eso, hacedores de hojalatas y mascarillas. Poetas matracas, hacen un carnaval de sus pedos. Existenciales y profundos.

 

 

     Poetas de provincia

     Hay que romper la telaraña, hasta pagaría una edición impresa, negra, bien maldita y a todo lujo. Necesito creer que la mayoría de los antologados estará de acuerdo. Un batacazo, eso sería. Terminaríamos con el ninguneo y alegraríamos a más de un corazón, y alguno que otro “bum-bum-lalalala”. Tal vez, incluso, concluya esta modorra provincial que tanto bostezo nos deparó. Una mirada historiográfica nos da la razón, que como todos sabemos no siempre abunda.

 

 

     Tos

 

     El humo sube la escalera y nos atrapa en los peldaños del final. Cerramos los ojos y tapamos nuestras bocas. Tosemos palabras que en otra circunstancia no pronunciaríamos.

 

 

     Una hermosa vida

 

     Me metí en el sueño de mi perro. Lo vengo haciendo desde antes que los árboles se acolcharan de sombras. Vi bolsas de Eukanuba. Caricias a la mañana y al atardecer. Una pelota de tenis que busca y trae algunos fines de semana. Un gato en zapatillas deportivas que siempre escapa por la medianera de las enamoradas. Inmensas y terrestres siestas al sol con pajaritos a sus anchas y a sus patas. Una hermosa vida de perro. Y no quise salir, pensando que sus sueños eran mejores que los míos.

 

 

     Aprendizaje

 

     Cuando el Maestro cerró los ojos,

el discípulo quedó ciego.

 

*

De: “Cantar a tientas”, 2014.

 

     Tomé el catalejo para saber…

 

     Tomé el catalejo para saber qué ocurría
En la otra orilla alcancé a divisar a Li Po
que levantaba su copa de vino
y bailando / como un ebrio / nos saludaba
se lo veía feliz y yo era feliz y la felicidad
un lugar común
tan común que nos pertenecía a todos

 

City Bell, 1985

 

 

     Cantar a tientas

 

     Hace una cantidad de años
se solía dejar ciegos a los canarios
para lograr en su canto
mayor belleza
–actitud típicamente humana
como cortar lenguas
cercenar gargantas–

Hoy las cosas no han mejorado
y los pájaros que aún sobreviven
cantan
a tientas
todo el tiempo

con señas desesperadas

City Bell, 07/1999

 

 

     La enredadera


     Las rejas desaparecen

Es indudable que ese jazmín crece
para recordarnos
que la belleza es
aún posible

Dentro de pocos días
sus flores perfumarán

la intimidad de esta habitación
donde consumo mis horas

en busca de un tesoro que no encuentro
y que no sé si existe

 

City Bell, 17/02/2002

 

 

*

De: “Mundo despierto 1. Antología de taller”, 2014.

 

     Lunas

 

     La luna, la de esta noche, no se parece en nada a la palabra “luna”. Es una luz al alcance de la mano si estamos sin anteojos o lejos de la palabra que la nombra.

 

     Miro la luna ¿para decirte?

     Escribo “luna” ¿para encontrarte?

 

     Ni lo uno ni lo otro, solo ausencia de vos en los ojos y en las manos.

 

 

      Otro idioma

 

     Al entrar, bajo el hechizo de una inmensa luna, recordé además: “Nunca supe otro idioma que no fuera el de tus besos bajo la alfombra”.

 

 

     Manos frías

 

     ¿Qué se debe hacer en una tarde de lluvia? ¿Esperar? No deseo caer en la trampa del mañana.

 

     En el ayer, mis dedos estaban fríos. Decías eso, entre versos de Idea y Alejandra. “Tus manos están frías”.

 

     ¿Qué otra cosa es la soledad?

 

 

     Como arriba abajo

 

     Como si la nada del todo en el subir y bajar

moviesen el mundo otro y nuestro.

 

     Arriba, los árboles nutren sus raíces y golpean, y

golpean.

 

     Abajo, la copa de vino derrama en el se va

y humedece la noche del venir,

descansa viento de quedarse.

 

 

     El desierto

 

     Otro aire, nuevo, libera el miedo y la rutina, las ligaduras de la diversidad.

 

     Solos, en el ahora de las palabras, uno de los dos –no importa quién– trae el mar para mojar los cuerpos y cruzar el desierto.

 

City Bell, marzo de 2012.

 

*

De: “Una piedra haciendo patito” (2008-2011), 2013. 

 

     La mañana común

     Falsos poetas del mirar.

El pasado como ilusión
de lo que se quiso ver
en la ficción del vivir.

Notas al pie
que se descalza
y talca
la beatitud

de la mañana común.

 

 

     Presente pisado

 

Quiso robar

palabras

al futuro

 

y quedó preso

de su pasado.

 

 

     Carrusel

 

     En el país de los justos,

el pecador es más feliz.

 

 

     Gente de futuro

 

     El muerto habla

 

y los idiotas escuchan

la voz del futuro.

 

 

     Breve

 

     El niño tira los dados.

 

Ya es un hombre

dentro de un cajón.

 

 

     La rosa que oscurece


     La rosa oscurece el pecho del perro
muerto. Llueve y el niño duerme
sin fantasmas de lo que vendrá.

Las moscas vomitan en la fugaz
iluminación. El reloj yace inerte.
Como la flor. Como un niño.

 

 

     Guerra y paz

     Cuando entro a tu casa
dejo mis armas
en el pasillo,

y descalzo
subo la escalera,

para hacer la guerra,
para lograr la paz.

 

 

     Basuritas

 

     "Nada de pensamientos"
dice la muchacha de falda liviana
que cierra y abre las piernas
como si fuesen ojos
molestos por una basurita.

 

 

     Otros mundos, en éste

 

     Aunque mis días de mal humor

se parezcan a mis días

de buen humor,

 

bajo la viva luz

de tus ligeros pechos

 

cambia el mundo.

 

 

     Ojosoles

 

     Tapar el sol con tus ojos

es posible,

es verdad.

 

 

     Nadia

 

     Entre lo todo y el todo

estás vos.

 

Estás vos.

 

 

     Pensar no pensar

 

     La soledad

 

Es pensar

no estás

o estás

como pozo

como vacío

y no pensar

más.

 

     No pensar

 

No.

 

 

     Maderas y piedras

 

     No sabemos qué hacer

con las maderas y las piedras.

 

Y quedamos en lugares distintos,

en cualquier lugar.

 

Una ensalada

en el sentido no vegetal,

en el sentido de la confusión.

 

No des crédito a todo

lo que te digan.

 

La búsqueda es no encontrar.

 

 

*

De: “Una medida adecuada a todo” (2009-2011), octubre 2012. 

 

     El muro

 

     Todos los días y todas las noches

abro los ojos

con la esperanza de ver

el dorado rostro amanecido. 

 

Pero el muro sigue allí.

 

El muro sigue allí.

 

 

     Alumbre

 

     El lado oscuro del espejo: un fósforo

a punto de encenderse.

 

 

     Picados por la curiosidad

 

     ¿La sensibilidad del otro

nos parte en dos,

nos hace uno?

 

Y entonces ocurre

lo excepcional,

lo no previsible.

 

Tus dedos

acariciando los míos.

 

 

     Me desgajo de vos

 

     y crezco

con una claridad

insospechada.

 

 

     Por el motivo que sea

 

     Clara

es tan clara

que no

necesita soles

para embellecer

los días.

 

Eso sí:

cuando cierra

sus ojos

todo hace agua

y lo que vale

la pena

se ahoga.

 

 

     Poesía pura

     Después de la ducha
el vate cuelga

de la percha
la bata
húmeda, blanca,

y seco va,
aún desnudo,
hacia el escritorio

a trabajar
libre
de impurezas.

 

 

     La utopía se nombra

 

     El joven escuchó

a Antonio Gamoneda

recomendar

a tres poetas

que bajo el poncho

se las traen

o trajeron.

 

Diego Jesús Jiménez

(Madrid, 1942-2009),

Manuel Álvarez Ortega

(Córdoba, 1923)

y Enrique Falcón

(Valencia, 1968).

 

“Por la santísima trinidad

si tengo la más puta idea

de quiénes son”,

 

dice en tono de preocupación sincera.

 

 

     Un poema zen

 

     Nada estalla de las manos

del solitario que escribe su poema

sin pájaros del deseo.

 

 

     La muda

 

     “Estoy bien

pasa que no tengo

palabras”,

 

dijo la muda

y se puso a cantar,

 

a cantar.

 

 

     No puedo cantar

 

     Bueno, volveré a casa, hace ya demasiado

tiempo que no escucho el gemir del álamo,

volveré, estuve ciego, volveré, estuve sordo;

volveré a casa, ese es mi deseo, volveré

a usar mis manos en el jardín, limpiaré

los rincones; hola John, hola George, sonará

otra vez la música de días mejores, hola

Raymond, hola Joaquín, hola Edgar, hola fantasmas

de mi corazón, volveré, volveré a ustedes. Ey,

adiós amigos, he estado demasiado tiempo

buscando lo que no existía, yendo hacia

lugares donde no me esperaban, bueno,

estaré pronto, allí estaré, allí, bailaremos

los dos en el río amarillo, como ayer

bailaremos y nos pondremos rojos

de dicha, con vos, la dicha de estar con vos,

allí, en mi lugar, y papeles y papeles y viento,

volveré lugar, volveré hogar, estuve tan mal

afuera, quiero, sí, quiero un poco más de luz,

volveré, amor, volveré, estuve perdido demasiado tiempo.

 

 

*

De: “Una mora horizontal”, septiembre 2012.

 

     La imagen verdadera (11.05.11)

 

     Las piernas heladas, y una melodía que zumba, zumba, zumba. Nadie toca la tapa del cielo, una luna perdida. Un maldito olor que sale de entre las piernas de un durazno dormido en la pileta de la cocina. En la casa el estío se eterniza, es la hora de anclar. Pero el espacio es limitado y hay una incesante negociación donde siempre se pierde. Bingo. Zumba. Bingo. Zumba. Turbulento fluir del tiempo. Ramas cortadas, afuera, secas y frías, como mis pies. Limpiar la estufa de cenizas, limpiar la casa de camelias blancas, despejar el lugar para dar cabida al cielo del otoño. Una manera de curarse, islas, donde lo que sana se desnuda, y se cubre y protege de la lana ancha del agua. Zumba. Se activa el sonido. Zumba. El obturador, zumba. Y al cerrar los ojos, la fotografía caracolea un camino, y a lo lejos se ve la mora y un patio donde poder encontrarse.

 

 

     Sontag (24.05.11)

 

     En el breve atardecer, la noche desnace al hijo. La lluvia cae salpicando las naranjas que aún no pude juntar. Hace frío en el galpón de los sueños, y a ella le agrada la fotografía perfecta del amor. Su nombre vibra lejos, como el negro cigarrillo que seguro se consume entre sus dedos. Hay un humo que se disipa junto al corte de luz involuntario. A oscuras, cierra los ojos y, en el hueco que dejó mi corazón extirpado hace más de seis años, ve nuestro atardecer mojado de jugos ilícitos.

 

 

     Gutenberg (25.05.11)

 

     En la expresión de sus ojos se refleja la mueca gris de todos estos años. Entre sus dientes percibe el ronroneo de un correo electrónico que nunca termina de enviar. No son días de pensamientos para libros fatigosos de poco más de ochenta páginas. El pensar, ¿alguna vez fue? En esa casa los mosaicos se mantuvieron fríos y sucios, abandonados a la buena del viento que jamás meció matas de lirio. Estamos solos; y el pensar, un mundo de otra galaxia.

 

 

     Pez diamante (21.06.11)

 

     Camino descalzo sobre el fuego de las almas que me han abandonado.

 

Y tengo los pies fríos. Fríos, como el diamante indiferente de esas ánimas.

 

 

     El sano juicio (08.08.11)

 

     Hemos crecido bajo el concepto de la devoración del héroe. Las enciclopedias en ese momento y lugar pasaron de moda y belleza. Comimos del carbón su quebradizo despojo, sembrados en pozos construidos por nuestros padres. No vimos, ni participamos del inicio del fuego. Las cenizas que quedaron, primigenias sustancias minerales, no se detuvieron jamás y permitieron reconstruir la historia a nuestra manera, a nuestro sano juicio.

 

 

     Anoche (11.08.11)

 

     Y soñé con vos.

Y cuando desperté

seguí soñando.

 

 

     En la mecedora (12.08.11)


     Los fantasmas del día irrumpen en la casa de la que se está yendo. Revisan habitaciones, alacenas, escondrijos de la que nunca vendrá. Se miran, preocupados y temerosos de la respiración pasajera que cae sobre la alfombra como piedra de la mano. Luego, quedan solos, en la sala adormecida, observando el balanceo de la mecedora de caoba, con refuerzo lumbar y manchas de sangre, que poco a poco se va secando.

 

 

     Límites (31.08.11)


     En la vieja estación, a la hora de la bruma, pasa la soledad; va, solita, sin brisa, viento ni tempestades, hacia los cuatro extremos del mundo. Los sueños descansan en regresos y puntos de partida. Quietos y sueltos en su larga noche.

 

 

     El poema del sol (02.09.11)

 

     Hay otras explicaciones. Construir un sol, mirando el universo de los otros. Los niños del bien se recrean en campos asfaltados. Los niños, los simples niños, escriben el poema del sol en un universo de tierra, viento y luz, luz de la que aún no sabemos si está encendiéndose o apagándose.

 

 

     El amor no está en Roma (20.09.11)

 

     Está en cualquier ciudad del mundo. En donde los relojes no dan la hora exacta (la rota mirada de los ciegos hacedores de bibliotecas vacías). El amor nada en Roma como manchados azulejos en los baños de las estaciones de servicio. No, el amor no sabe de ciudades al revés, ni tiene el dinero suficiente para recorrer los bares y los cafés y patios literarios. Nada sabe el revés de la ciudad acerca del amor y la trama sigue echada como un perro muerto que se hace.

 

 

     Nueva Roma (20.09.11)

 

     Estruja el papel y lo arroja al río. A la deriva, flota.

Bosteza en el día y se estira y se hace barquito.

Cruza el camino trazado por la natural corriente esencial de cualquier vivir.

Llega al mar. Deja la ciudad de los eternos vagabundeos de viejos y pálidos estilos para ingresar de una buena vez en los ojos del otro, de los otros (que aún no se animan a viajar a Roma).

 

 

     La herida (22.09.11)

 

     La verdad es que no sé qué estaba haciendo en París. Lo único que recuerdo es que caminaba herido, y caminaba, caminaba… Un tren y catorce horas ya me alejaban de Roma. Y ahora en París, ¿puede haber algo más desagradable que la torre de Montparnasse?; y allí estoy, sangrando, en un piso cualquiera y sin una cámara en la mano. Y sin tus ojos que siempre miran por mí.

 

 

     Piedras (25.09.11)


     Nada se puede quebrar. Las alas del pájaro moribundo en un rincón del jardín es la piedra del sacrificio que cayó de tus manos. ¿Volará esa piedra? ¿Golpeará la ventana de la habitación? ¿Dormirá entre las sábanas descompuestas de aquel extraño atardecer? La piedra-pájaro se quedará, quieta. Inútil cerrar los ojos imaginándola en la humedad de un trapecio que es solo memoria.

 

 

     Islas (01.10.11)

 

     Son las siete y media de la tarde y está por amanecer. Hay un vago zumbido de pájaros y los murciélagos salen de los rollos de las ventanas. Nada de lo que es, es lo que parece. Entramos en octubre como se entra a una cueva cavada a fuego en el hielo. Caminamos casi desnudos por la calle de los fresnos amarillos, el frío calcina y nos hace toser y apresurar el paso hacia el bar que ya está levantando las cortinas. Saludamos al dueño con un buenas noches, dispuestos a saborear el desayuno y la lectura de los diarios de mañana, sin más deseos que sembrar.

 

 

     Desnudos (10.10.11)

 

     En el último día, unas horas antes de la partida, la mujer de zapatos rojos se los saca y los arroja a la pileta de aguas verdes y ramas y sapos gordos que flotan como náufragos. Vivió años en esa casa, tantos que ni recuerda la mañana en que la moralidad en el arte y otras ruborizaciones de temor similar parecía ser de otros, y ella, como una divinidad de un cielo imperfecto, caminaba descalza por el parque, sola, ante la mirada de los más curiosos, ante el corazón de los que no se animaron a desnudarse en la vida.

 

*

De: “Setenta y 4”, 2011.

 

     City Bell, 1973

 

     Las ventanas nunca se cerraban. No existían rejas ni mosquiteros, y los gatos entraban y salían a su antojo. Las ventanas eran las puertas de animales que no asesinaban.

 

 

     Rock del país

 

Dicen de la estrella federal

Debe estar húmeda

No al sol

 

Pero colmada de luz

 

 

     Pronóstico

 

Jueves

16 de septiembre de 1976

 

Para hoy

en el país y alrededores

leve descenso

de la temperatura

 

En La Plata

ascenso

de la mortalidad

estudiantil

 

 

     La complejidad del mundo

 

     La otra tarde observé a un pájaro que trataba de romper un pedazo de pan duro con su pico. El pájaro parecía estar ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor. Sólo era él y un pedazo de pan.

 

En libreta de hule. Lunes 15 de abril de 2002, 13 hs.

 

 

     Rosebud

 

     La salida del infierno

deja llagas por siempre

 

Ceniza

de pimpollo de rosa

en el fuego

del atardecer

 

 

     Metrópolis

 

     Un moderno

sistema de castas

 

Pegarles

a esos cabecitas

en la cara

como estrategia

principal

y que caigan

al piso

y patearlos

hasta que no quede

más que una

masa amorfa

 

Una bolita

Un no nacido

 

*

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